Nota: Antes de que lean el texto les comento que fue editado los primeros días de Enero de 2010. Si lo desean pueden leer la versión editada en No volverá a suceder (editado)


No volverá a suceder


Los rayos del sol alcanzaban una pared de la habitación, resaltaban el mal estado en el que se encontraba la madera, para ella no solo era desagradable a la vista, podía sentir esa humedad en sus huesos.

Al pasar su lengua por detrás de sus labios saboreó su propia sangre, tenía al menos diez días que no probaba ese sabor. Le tomo un par de minutos ubicarse, aún se sentía mareada, la bebida aun provocaba estragos en su cabeza, afectaba sus sentidos, su percepción, su equilibrio.

Intentó incorporarse apoyándose sobre su codo, hasta entonces cayó en cuenta de que estaba en el piso, se estiró para alcanzar la cama y fue cuando el dolor se hizo presente en distintos puntos de su cuerpo, se acentuaba en puntos muy concretos en sus muslos y en uno de sus brazos, con dificultades se puso en pie ayudándose de la cama y se sentó sobre ella. Se tomó unos minutos para despejarse, no podía concentrarse en una idea, su cuerpo molido a golpes no se lo permitía. Pasó una mano sobre su ojo para evaluar el daño, con el dedo índice hizo lo propio bajo su nariz, al mirar su dedo no encontró sangre, aunque no significaba que no la hubiera. Apoyó ambas manos sobre la cama y clavó su mirada al piso, la botella de vino, los tarros y sus prendas hechas jirones le dieron pistas de lo que había ocurrido la noche anterior.

Recordó la noche en que juró que no sucedería de nuevo, jamás le creyó a Asad cuando éste, mientras sostenía sus manos, le dijo que no permitiría que otro cliente la golpeara de nuevo, solo con ver sus ojos ella sabía que mentía, lo único que le preocupaba era que sus muchachas no tuvieran moretones visibles que pudieran desagradar a los clientes. Ella lo miró a los ojos pero no pronunció palabra. Su consuelo más bien parecía una burla, como si tuviera opción.

Esa noche parecía tan lejana. El dolor en su cuerpo la trajo de vuelta cuando se puso de pie, con trabajo avanzó dos pasos y se inclinó para levantar esa fina cadena que la noche anterior descansaba sobre su cadera y que, en la parte de adelante, una breve tela con transparencia sugería lo que se supone debería cubrir. Se puso la ornamenta y mientras la cerraba en su cadera recorrió el cuarto con la mirada, descubrió un baúl volteado, los cojines que adornaban la cama se encontraban en el piso, fue en ese momento que recordó haber escondido la daga dentro de uno la noche anterior.

Asad tomó su mano con firmeza y la guió por el pasillo, bajaron las escaleras, y la llevó a una de las mesas frente a la cocina, la invitó a sentarse y con una sonrisa desapareció detrás de la puerta. A los pocos minutos salió con un tarro de cerveza, pan y un pedazo de queso, lo puso frente a ella y se sentó a su lado sin dejar de mirarla. Ella clavó su mirada en el plato, apenas volteo a verlo, él solo sonreía. Se hizo un silencio incomodo. Sin ganas tomó el pan y lo llevo a su boca. Su dueño acarició su mejilla mientras la invitaba a continuar, le acercó el tarro para apurarla a beber, ella apenas lo miro y lo hizo. El hambre venció su orgullo y llevó la comida a su boca, no era fácil que pudieran comer queso, ignoró la mano sobre su pierna, no le importó sentir esa mano áspera apretar su muslo. Ella no volteó, ni siquiera cuando su mano alcanzó su entrepierna, esa noche la hizo compartir la cama.

La muchacha subió una rodilla a la cama y alcanzó el cojín en el extremo opuesto, aturdida no entendía el por qué no pudo defenderse, no recordaba siquiera si lo intentó. Al palpar la fina tela de oriente recordó una noche distinta a la que acababa de pasar, pudo sentir la dureza del objeto que había escondido, introdujo su mano y tomó la daga, la sujetó con fuerza, con tal fuerza que sus puños se pusieron blancos.

Se preguntaba una y otra vez por qué lo permitió, cómo es que había sucedido de nuevo, buscando respuestas abandonó la cama, dispuesta a despejar su mente salió al pasillo y ayudándose con la pared se dirigió a las escaleras. Sintió el impulso de llorar, se sentía sola, No había nadie despierto aún, la cocina estaba vacía, quería comer algo pero tenia el estómago revuelto.

Al salir pudo ver las sillas, las mesas dónde servía bebidas cada noche, dónde por comida y hospedaje se veía obligada a llenar los tarros de los clientes desde hacía cinco años. No era raro el cliente que creía que el hecho de que la muchacha les atendiera les permitía otras libertades con ella, libertades que Asad concedía por el precio adecuado. No importaba si estaban ebrios, si eran mal vivientes, ladrones o asesinos, si traían dinero consigo Asad les permitía cualquier cosa, incluso tener compañía para la noche.

A punto de quebrarse recordó su promesa, recordó que no volvería a derramar una lágrima. Mientras miraba la barra casi podía ver a Asad detrás de ella, con esa sonrisa cínica, riendo a carcajadas, dándole tareas y aprovechando cualquier oportunidad para tocar sus nalgas. Subió nuevamente las escaleras, caminó por el pasillo hasta la puerta del fondo, con ese peculiar caminar consecuencia de su voluptuosa figura, parecía haber olvidado el dolor, se detuvo unos segundos frente a la puerta, con delicadeza tocó pero no escuchó sonido alguno, insistió con mayor fuerza, esta vez lo escuchó maldecir, luego sus pasos y lo vio asomar cuando entreabrió la puerta. Al descubrirla semi desnuda Asad abrió la puerta, no parecía sorprendido, sabía que había sufrido otra golpiza, pero hasta ese momento pudo ver las consecuencias de los excesos de su cliente.

La hizo pasar, ella mantuvo sus brazos abajo. La recibió desnudo, la jaló hacia él para abrazarla y pudo sentir su voluminoso estómago contra ella, su cuerpo lleno de pelo. Sintió esa enorme mano tomar la suya y la guió hacia su cama. Ella lo siguió dócil, su mano libre detrás, apenas sobre sus nalgas, su puño apretaba la daga con tal fuerza que se tornó blanco.

Escuchó la voz rasposa de Asad "No volverá a suceder". Esta vez sabía que era verdad...

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Hoy me acordé de ella, aún cuando no podía identificar del todo su rostro era capaz de reconocerla a dos cuadras de distancia. "La costra de mugre" fue el apódo que le puso un amigo, era de esperarse de un grupo de chicos de 15 años. Bajo sus harapos asomaba un poco de su piel, en sus manos y rostro la suciedad acumulada por meses se hacía sólida y formaba capas una sobre la otra al grado de ocultar parcialmente su cara.

Los remiendos que llevaba por ropa no eran siempre los mismos pero siempre lucían igual. No puedo saber si la joroba correspondía a su deforme anatomía o si eran jirones de ropa que llevaba encima, me inclino más por lo primero.

La veíamos durante la semana, ya fuera en el trayecto a la escuela, de regreso a nuestras casas o por las tardes al salir a jugar. Deambulaba por las calles de mi colonia, en ocasiones volteaba y la veía pasar, iba a todos lados y a ninguno. Se volvió parte de nuestro día a día, aunque quiza es pretender demasiado pues no había preocupación alguna en nosotros por esa persona, se volvió parte del paisaje, un personaje más de tantos que tengo en mente.

No podría decir cuándo fue que dejamos de verla, supongo que transcurrieron meses antes de darme cuenta. Durante los años la recordé en contadas ocasiones, pero mi pensamiento se fue transformando. En un principio ella era una broma para mis amigos y yo, fue hasta años después que llegó a cruzar mi mente la idea de dónde pasaría las noches.

No sé si encontró alguna casa hogar, no se si alguna autoridad se la llevó, no sé si murió sola en la calle.

¿Cuál fue su lugar en este sitio? No tengo respuesta y no se si la haya, pero está junto al loco que cargaba tres paraguas en el brazo y gritaba maldiciones a todos aquellos que cruzaban su camino, junto al hippie de 60 años de cabello cano, barba y lentes que todavía encontraba de manera ocasional meses atrás, junto a las dos hermanas que llevan comida que obtienen de los botes de basura y todos los días con una sonrisa me piden la hora y después dinero para su café de cada mañana...siempre la hora y café.

¿En algún lugar alguien los extraña? ¿alguien los recuerda?

...al menos ésta última pregunta sí la puedo contestar.


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Es increíble cómo nos deterioramos y no nos percatamos de ello, tenemos una capacidad impresionante para adaptarnos, sin importar que tan grave sea el daño, sea parcial o total, realizamos los ajustes necesarios, podemos engañarnos convirtiendo una verdad en mentira o una mentira en verdad, o bien alterar nuestra percepción y la de los demás de ser necesario.

¿Malo? No necesariamente, ¿de qué otra forma podríamos lidiar con el dolor?

Lo interesante es cuando uno afronta esa verdad relativa o esa mentira absoluta todo adquiere otro matiz, y es hasta ese momento cuando uno es capaz de ver las cosas en perspectiva. ¿Queremos hacerlo? Sean buenas o malas, mejores o peores, éstos son los hilos que nos mueven. Cuántas experiencias alteradas, cuántas arruinadas, cuántas exaltadas...¿queremos abandonar esa zona de confort si es que existe tal? Mi respuesta es sí...

...y durante ese proceso de deterioro, 12 años después: 0.50 - 0.50 / 0.75 - 0.25


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No sé cuantas personas había en el interior del auto compacto, no sé cuántas había fuera, pero la escena me recordó la fiesta en Pamplona, un grupo de jóvenes empujaba el auto intentado que diera marcha, escuchaba las carcajadas y cómo de un instante a otro se convirtieron en gritos, un estruendoso golpe y silencio.

Escuché las llantas del vehículo y las vi sacar humo, el auto hizo un trompo violento, aunque mis ojos captaron todo, no pude discernir si la persona que salió volando cuando el coche se impactó de lado contra el poste estaba en el interior del vehículo o era de los que empujaban, nadie tapó mi vista, debe haber salido proyectado a dos metros del auto, por la forma en que golpeó la banqueta y quedo inmóvil el pronóstico era tragedia, la acción de acercarme fue más por instinto que por razón.


Ese día festejamos que mi jefa dejaba la empresa, no estoy seguro si festejamos que tenía una mejor oportunidad en otro lado o siendo sinceros celebramos que se iba. Para no entorpecer compromisos personales de los asistentes se organizó esa "comida" desde muy temprano. Empezamos a las 4 de la tarde, y para las 7 de la noche todos estaban en mal estado, debo reconocer que yo había bebido demasiado, no me sentía bien, pero aun tenía el juicio para decidir detenerme. Ellos no parecían tener la misma intención, pedían una botella tras otra, por una hora les pareció chistoso tirar caballitos de tequila y de ron uno tras otro.

Ya había corrido demasiado alcohol, pude ver como ese grupo pasó por todas las etapas de una juerga. Los vi platicar sobre este nuevo proyecto para ella y para nosotros, después empezaron las anécdotas, para las 6 de la tarde ya todos reían, bailaron, a las 9 ya tres personas me habían dicho que me querían un chingo, que más que un compañero habían encontrado un amigo, bla, bla, bla. Es parecido a la frase que escuché tantas veces de niñas las que no les importaba un carajo "te quiero como amigo". Uno de ellos se quedó dormido sobre la mesa, después lo siguió otro, no sin antes vomitar ahí mismo. La última etapa que pude ver - porque estoy seguro que hubo más, pero decidí no hacerles compañía - fue cuando se calentaron los ánimos entre algunos de los presentes por cosas sin sentido, hablaban sobre lo chingón que era un jefe que corrieron meses atrás, y alguien más respondía que era un pendejo, que nadie es indispensable, etc. Sin que yo estuviera involucrado en esa discusión mi jefe me mandó a la chingada argumentando que yo pensaba igual que la persona con la que discutía. Con una broma desapareció la tensión del momento, brindamos, cambiamos de tema y minutos después aproveché para irme. Eran las 11 de la noche cuando llegué a casa.


Me sentía mal como para ir directo a la cama, así que decidí matar tiempo en la computadora, revisé correos, las redes sociales, las noticias y sin darme cuenta entré en ese estado de vigilia, ese momento cuando uno se debate entre la realidad y el sueño. Por Internet un conocido me invitó a seguir la juerga en un bar, estaba por irme a dormir pero no me sentía bien para recostarme así que acepté. Me dió la dirección y quedamos de vernos allá.

Toda la tarde del viernes sirvió para llegar sin inhibiciones a ese lugar, no se si es correcto decir que me desenvolvía con mucha naturalidad, pues al natural no soy así, había una extensión de mi en ese sitio, alguien que no conocía del todo. abordé a una chica que pareció corresponderme, pasamos un buen rato juntos. Después de la media noche recibí una llamada de mi jefe, quería saber dónde estaba, "I know you want me" a todo volumen me impidió decirle que estaba en mi casa dispuesto a descansar. Una hora después estaba con nosotros.

Hacía uno que otro comentario ocasional con él, pero estaba más ocupado en esa chica que recién conocí. Algunos se fueron retirando ya en la madrugada, la chica sabiendo exactamente lo que hacía me dijo que no sabía que hacer, pues estaba lejos de casa y no sabía dónde quedarse. Le ofrecí la alternativa de pedir un taxi de sitio, o de quedarse en mi casa. Mientras se decidía cerramos la cuenta, levantaron la mesa y salimos del bar con tres botellas en mano.

Los meseros parecían agradecer que ese grupo de borrachos se fuera. Salimos del lugar un grupo de 5 personas, yo estaba molesto porque la chica en la que me había fijado hacía desfiguros con alguien más, sin música bailaba restregando su cuerpo en él. Pensé en retirar la invitación que le hice de quedarse en mi casa.

A esas alturas mi jefe estaba de lo más pesado, alardeaba, retaba, tenía ganas de pelear, yo sólo quería que se fuera, en un destello de lucidez llamó a sus amigos para que pasaran por él, era evidente que no estaba en condiciones de manejar. Unos minutos después pude ver el auto zigzagear por la calle mientras escuchaba las carcajadas, preferí subir a la banqueta pues no sabía si estos imbéciles en uno de esos "juegos" les pareciera chistoso aventar el auto hacia nosotros. Mi jefe los saludó con risas parecidas a las de ellos, uno de lo que iban abordo pidió ayuda para empujar el auto...

...gritos, un estruendoso golpe, silencio.

Me di cuenta que de todos los presentes solo uno o dos de ellos eran amigos de la persona que salió disparada del vehículo, el resto, aun cuando ocurrió justo al lado de ellos, solo guardaron silencio y parecían querer evitar la sangre. Me acerqué de inmediato, pude verlo recostado boca arriba con una pierna ligeramente alzada que había quedado sobre una valla vencida, parecía dormido, su cabeza estaba sobre la raíz de un árbol, y el pasto silvestre impedía ver si había una piedra, raíz o algo donde pudiera haberse golpeado, no encontré dónde estaba la herida, pues aunque tenía sangre en la cabeza, en el rostro y en su camisa, no se veía de dónde emanaba.

Me acerqué poniendo una rodilla al suelo, intentando evitar un daño mayor impedí con una mano el avance de alguien que pretendía acercarse, mi otra mano se dirigía hacia el accidentado, creo que toqué primero su hombro, luego su cabeza pero sin moverla, intentando más bien evaluar la situación sin saber bien cómo hacerlo. Fue entonces que el cuadro se tornó macabro, justo después de su cabeza pude ver a un segundo accidentado, sólo la cabeza. Me dejó helado, apenas pegué un vistazo intentando encontrar el cuerpo al cual hasta hace unos segundos pertenecía esa cabeza, pero no pude ver nada.

Me dirigí a dos de las personas que estaban conmigo, les grité que si habían pedido una ambulancia, la forma en que me miraban sorprendidos y sus dudas para contestar me hicieron ver que no, mi reclamo los hizo reaccionar, "¡pues pídela!" grité, asintió y lo vi sacar su teléfono celular.

Sentí alivio cuando lo vi mover la cabeza débilmente hacia mi, ¡que poco duró esa sensación! Nunca olvidaré su mirada, mezcla de confusión, sorpresa y horror, al verlo consciente me apresuré a hablarle, le dije que no se moviera, que esperara, que estuviera tranquilo, puse una mano en su pecho, apenas por encima y sin ejercer presión, no me atrevía a tocarlo con decisión pues no sabía que daño pudiera tener. Él intentó decir algo que no entendí, sentí un nudo en el estomago cuando pude ver salir de su boca pequeñas burbujas de sangre, no era la primera vez que veía eso, pero eso se los contaré en otra ocasión. También me pareció ver como se dibujó una línea horizontal de sangre en su cuello al intentar hablar, pensé que estuvo muy cerca de tener la misma suerte que la otra persona.

"No hables, tranquilo, ya viene la ambulancia". Por la forma en que me miró me pareció que pudo entenderme, hasta ese momento separó sus ojos de los míos, y su cuerpo se movió ligeramente hacia el lado opuesto del que yo estaba, parecía que buscaba una posición más cómoda, sin moverme de su lado buscaba alguien que me ayudara, pero solo encontré a las personas guardando su distancia, pero sin dejar de mirar con morbo la escena. Al regresar mi mirada a él pude verlo boca abajo, había rodado en dirección opuesta a mi, hasta casi quedar boca abajo, lo vi hacer un intento por acomodarse, y lo vi morir frente a mi.

De inmediato me puse de pie, "chingada", dije para mi a la vez que volteé, no había más que hacer. Me sentí mal conmigo pues por mi mente pasó la idea de tomar fotografías, especialmente de esa cabeza, de alguna forma me convertía en otro más de las 20 personas que se quedaron por morbo. No me pareció correcto por sus amigos, y aún así pensé en justificarme argumentando que era para cualquier situación legal que lo pudiera requerir. Mientras me debatía en este pensamiento pude ver al menos a 5 personas tomando fotos con sus celulares.

A final de cuentas no lo hice, aunque tenía la cámara digital conmigo no la saqué en ese momento. ¿Por qué no pude hacerlo? ¿No podía o no debía?

¿Que diferencia hay entre escribir estas líneas o haber tomado la fotografía? ¿entre capturar el momento en 8 megapixeles o escribir las cosas tal como las recuerdo?

Sin importar que tan despreciable puede ser esa idea que cruzó mi mente, no fui yo, fue la naturaleza humana.


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No era la primera vez que salía a tomar algo con Álvaro, en ocasiones después de algunas copas salían temas de índole personal, aunque por lo general terminábamos hablando de lo mismo, de los problemas en el trabajo, de cuántas semanas quedarían antes de que nos corrieran, de lo jodido que estaba la situación para la empresa este año y de la estúpida reestructuración de las áreas en la empresa.

La diferencia de esa noche a tantas otras, es que por motivos de trabajo nos encontrábamos lejos de casa, llegué a Guadalajara poco antes del medio día, una ciudad muy especial para mi, desde la prepa tuve un interés que rayaba en lo obsesivo con esa ciudad, por absurdo que parezca algo tuvo que ver un torneo de futbol, en donde un equipo local de dicha ciudad tuvo una actuación destacada en la liga, fue entonces que decidí convertirme en la oveja negra de la familia al seleccionar mi propio equipo. Al seguir al Atlas de Guadalajara conocí un poco más la ciudad, me pareció perfecta pues tiene todas las bondades del D.F. pero sin tanto problema, y otro factor importante, no he visto mujeres más bellas que las de la perla tapatía, aunque no conocía a casi nadie de allá excepto a la esposa de un amigo, muy guapa por cierto.

Decidimos buscar un lugar para tomar unos tragos, caminamos bastante sin saber a dónde dirigirnos, terminamos en una avenida donde la ciudad tenía algo de vida nocturna. Después de una hora, quizá más por cansancio que por convicción, nos decidimos por un lugar. En ese momento pensamos que no fue el mejor día para salir, era media semana, no había mucha gente en las calles y yo seguía esperando encontrar a esas mujeres hermosas de Guadalajara, si bien no la que había construido en mi mente, al menos alguien que se acercara a rasgos que para mi tenían importancia en lo que buscaba en una mujer, no pedía nada fuera de lo común, no buscaba una superestrella o una modelo de revista, pero sí una chica morena, atractiva de cara y de buen trasero, aunque era un atributo que estaba dispuesto a pasar por alto si el todo lo ameritaba.

Al parecer no era mi noche, aunque la música era buena casi todas las mesas estaban vacías y en las pocas en las que veía gente no encontraba muchas mujeres, aunque de inmediato jaló mi atención una mesa con dos chicas que para nuestra mala suerte estaban acompañadas, al fondo del lugar pude ver a otra chica, pero estaba oscuro y la distancia era considerable, no pude ver si estaba con alguien o si valía la pena abordarla.

Como si fuera un ritual hicimos lo mismo que en nuestras habituales salidas en el DF, revisamos sobre cuánto andaban los precios, después de ese primer filtro pedimos algo, y nos quedamos unos minutos en silencio como lobos buscando a una presa. Comenzamos a platicar de lo mismo de siempre.

Un poco desesperado por desaprovechar esa noche y el estar de viaje en otra ciudad, me paré para ir al baño, aunque en realidad lo que quería era recorrer el lugar y ver si algo había escapado a ese primer vistazo cuando llegamos y de paso ver con mayor atención a alguna de las chicas en las que me fijé cuando entré. Para mi buena fortuna al acercarme a la mesa de las chicas que estaban acompañadas descubro que ahora estaban solas, creí que solo las chicas iban juntas al baño, al pasar junto a ellas y sin pensarlo le sonreí a una, a la morena para ser preciso, su amiga era rubia, y aunque hay sus excepciones siempre he tenido debilidad por las de cabello oscuro. No solo me devolvió la sonrisa, sino que a pesar del ruido la escuché decir “hola ¿como te va?”, al menos eso fue lo que entendí, me lo dijo como si me conociera de mucho tiempo. Debo reconocer que me tomó por sorpresa pero reaccioné con mucha naturalidad, “¿qué onda como están?” les contesté también como si las conociera de tiempo atrás, a la vez que tomando a la morena del hombro le dí un beso en la mejilla, me crucé para saludar a su amiga de la misma forma, intercambiamos algunas palabras, no recuerdo con exactitud que comentamos pues estaba más preocupado que las personas con las que estaban quisieran romperme la madre cuando regresaran si me sorprendían en su mesa con ellas, así que para evitar un problema, pero sin cerrar las puertas a conocer a esa mujer me presente con ellas a la vez que les extendí la mano como presentándome, sin importarme que ya las había saludado de beso antes, no recuerdo el nombre de su amiga, pero en mi mente se quedo como una fotografía su sonrisa a la vez que me decía “Luna”. Le dije que la vería al rato y me dirigí al baño para hacerme pendejo, al momento que entraba los otros dos tipos salían. Regresé a mi mesa y pasé nuevamente junto a ellas, apenas le sonreí como cortesía y no me detuve a ver la reacción de los que la acompañaban, ella me devolvió la sonrisa.

No hay mucho que contar sobre la conversación con Álvaro, pedimos otras dos rondas y con desgano ya nos disponíamos a regresar al hotel. Molesto por el “fracaso” de esa noche apuré mi bebida y pregunté si pediría algo más o cerrábamos la cuenta. Al levantar la cabeza para buscar al mesero sentí un nudo en el estómago cuando al voltear pude ver a Luna bailando a unos metros de nuestra mesa, se veía hermosa, sus movimientos eran sensuales, pero había un dejo de tristeza en ella, ¿o esa impresión se debía a la canción?

Como en un trance me quede mirando, todo se redujo a tres actores en ese momento, la música, ella y yo. Todo lo demás desapareció, juró que bailaba para mi, su cuerpo y sus ojos me lo decían, todos mis sentidos estaban pendientes de ella y aunque sus labios no se separaban parecía susurrarme secretos al oído, para mi fortuna Álvaro no rompió ese momento, o si lo hizo no lo noté, ella tenía toda mi atención. Me permitió admirar su cuerpo, pero estaba más pendiente de sus gestos y de sus miradas que de cualquier otro de sus atributos. A una canción la siguió otra, me tenía en un trance, sus movimientos eran felinos, sus ojos me retaban, en esa mirada se entregaba, el todo me seducía. En cuanto me fue posible le invité una copa, Álvaro hizo lo propio con la rubia y tuvimos oportunidad de platicar los cuatro sobre cualquier cantidad de temas insulsos, les dijimos de dónde veníamos y no parecieron tomarlo mal pese a la reputación de los ”chilangos”, ambas fueron muy agradables, y aunque tenía un especial interés en Luna encontré a su amiga muy simpática y agradable, de vez en vez se sonreía al ver los avances entre Luna y yo.

Aunque apenas teníamos unos minutos juntos, la plática sirvió para conocernos un poco, Luna me contó de dónde es originaria, de sus actividades diarias, la música que le gusta, aficiones y demás, yo estaba prendado, ella coqueteaba y permitía que jugara mi papel de macho, por supuesto, hasta donde ella quería. Pude sentir sus piernas cerca de las mías, le pasaba un brazo encima, la jalaba hacia mi y ella se dejaba hacer. Luna jugaba a lo mismo, colocaba su mano en mi pierna, hurgaba en mi camisa y sentía sus caricias en mi pecho, aprovechaba cualquier comentario simpático para acariciar mi cuello, me gustaba verla reír. Me platicaba de cualquier tema como si de un secreto se tratara, su aliento se sentía bien, su respiración en mi oído. Después de algunos minutos esos roces casuales se convirtieron en caricias. En un par de ocasiones y sin planearlo nuestros labios se alcanzaron, fue breve pero lleno de magia, se sentía bien, el roce de sus labios se volvió un elemento más de esa noche, igual que la débil luz del lugar o el alcohol alterando nuestros sentidos.

Pero como muchas de las cosas buenas eso no estaba destinado a durar. De un momento a otro la sentí ausente, ella apuró su bebida mientras yo lo tomaba con calma, intentaba prolongar el momento. Tomó su bolso de mano y sin decir más nada se puso de pie, se despidió diciendo que esperaba verme pronto. Su amiga parecía estar igual de sorprendida que yo, al reaccionar le pedí su número, le dije que quería verla de nuevo. De manera elegante evadió mi petición con ese arte que tienen las mujeres para mandarnos a la chingada con una sonrisa. Calló cualquier argumento dándome un beso en la boca y sin más se marchó.

Su amiga se quedo un momento más con nosotros, me acerqué para preguntar que sucedía, me dijo que estaba igual de confundida que yo, que pensaba que había una química muy especial entre nosotros, que no la había visto así antes, intentaba decir algo como para disculparse por ella. Me di cuenta que nada tenía sentido. Al buscar a Luna la encontré con alguien más.

¿En qué estaba pensando? Ella vive en Guadalajara, ¿pensaba ir a verla cada fin de semana? ¿llevar una relación por msn? No seas pendejo…¿por qué me suceden esas cosas? ¿por qué una mujer me sonríe y me tiene a sus pies? ¿por qué veo raíces donde no las hay?

Mientras pagaba la cuenta intenté convencerme de que así tenía que ser, que podía darme por satisfecho con lo ocurrido esa noche y que nadie podía quitarme esa experiencia. Aun con este pensamiento no podía evitar sentirme frustrado, tomé mi chamarra, dejé la propina y salí del lugar. Álvaro tuvo que apurarse para darme alcancé, ni siquiera lo consulté para irnos.

Todo mi cuerpo tenía recuerdos de ella. La sonrisa de Luna al pasar junto a ella, las imágenes grabadas en mi mente al verla bailar, el descubrir su anatomía, el sentir la suavidad de su piel, sus piernas junto a las mías, el roce de su cuerpo, su risa que presumía sus dientes como perlas, su aliento en mi cuello y su ronca voz en mi oído cuando se acercaba para confesarme algo. Eran recuerdos hermosos, todos excepto esa sensación de vacío que me dejó dentro. Mientras buscaba un taxi intentaba convencerme que me llevaba algo bueno de todo esto…

…al menos ya conocía un table en Guadalajara.


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2 de Octubre no se olvida...nunca había sido más cierto que ésta madrugada, por alguna extraña razón y sin darme cuenta desperté al demonio que mantuve sepultado por años, aquel que de manera inconsciente reprimí con tal fuerza que se volvió parte de mi, que lo arrastro desde aquellos años, adherido como una sanguijuela, como el beso de un vampiro, de mi princesa vampira.

"Quedate en mi recuerdo, en dónde perteneces", fue la primera idea que saltó mi mente, pfft, que absurdo, así es la relatividad, ahora quisiera que te quedaras en mis recuerdos, cuando antes de esta noche intenté olvidarte a toda costa.

¿En que carajos pensaba cuando escribí tu nombre en el buscador? Nadie va a creer que intentaba comprobar la ortografía, pero qué importa si me creen o no, así fue, y al ingresarlo la busqueda acusa ese nombre que nunca olvido seguido por ese apellido que conseguí reprimir de mi mente, y tu apellido molesto por esta acción me dio una cachetada seguida por un puñetazo en el estómago cuando lo leí. Tenía que ocurrir algun día, era de esperarse, me sorprende que no haya sucedido esto antes.

Encontré tu perfil pero no me atreví a agregarte, ¿para qué?, mientras masticaba el hallazgo y sin darme cuenta entré para saber de ti, luces tan distinta, me di cuenta de la manera en que te volví un ideal, la vara con la que todas serían medidas, ¿cómo pude?

Me sonreiste, y en una secuencia de 21 fotos me contaste 15 años de tu vida, me hiciste saber que estabas con alguien, supongo que tenías reservas para decirme las cosas como son pero finalmente no pudiste evitarlo, quiza para suavizar la noticia me contaste sobre tus dos princesas, son hermosas como tú, me enseñaste las fotos de sus vacaciones, y con dudas me dijiste que tienes 7 años de casada...con una sonrisa me mostraste tu vestido de novia, cómo lucías el día de tu boda, gracias por romper la burbuja.

No, no te voy a buscar ahora que te encontré, es hora de dejarte ir, es difícil de explicar, te adoraría, sería un honor dedicar mi vida a ti si fueras esa virgen que puse en el altar...con todo mi ser espero que eso seas para él.

Me iré a la cama, dormiré y despertaré siendo otro, tú por tu parte tendrás otro día más, jamás te enterarás de esto, así como jamás te enteraste del tiempo que te fuiste conmigo. Hoy lamento todo eso que no fuimos, me duele nuestra historia que no existió. Como lo dijo Tita Valencia: "necesito que alguien llore por mi, urgentemente".


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