No era la primera vez que la veía pero si la primera en que la miró con otros ojos. Había encontrado en ella algo que no había visto en ningún otro ser, le pareció parte de un sueño, su sonrisa y ese brillo en los ojos que irradiaban una frescura que la apartaba del resto.

Se desplazaba por la alameda llevando una bolsa de mano, curioseaba en cada puesto y su carácter contagiaba a todo aquel con quien hablaba. Él la miraba atento, la seguía a distancia, la vio tomar unas manzanas, examinarlas y meterlas en la bolsa de mano, pagó con una amplia sonrisa y agradeció sincera al comerciante quien había renunciado a su parca expresión al atenderla, el hombre mantuvo la sonrisa con el siguiente cliente. Ella estuvo una hora más en la plaza para satisfacer su vanidad de mujer, se probó toda clase de ornamentas al cuello, en sus brazos y muñecas, collares, pulseras, brazaletes. Se veía hermosa con cualquiera.

A la distancia y procurando no ser descubierto puso especial atención en cada uno de los objetos que llamaban la atención de la joven. Le sorprendió ver que al final no se llevara ninguno. Sin pensarlo la siguió cuando abandonó el mercado, estaba como en un trance. Algunas personas se percataron de su paso por el mercado, pero nadie reparó en que en estaba siguiendo a la muchacha.

La siguió por la calle empedrada, ella mantenía su sonrisa aún cuando nadie la veía, al menos eso creía. Su frescura ante la vida se reflejaba en su caminar, la falda seguía el movimiento de sus caderas como en una danza involuntaria. Tuvo cuidado en no acercarse demasiado para no ser descubierto, estaba decidido a averiguar donde vivía.

A pesar de la cautela con la que se desplazaba no podía evitar el sonido de las hojas secas a su paso, intentando disimular silbó con suavidad, le pareció verla sonreír al escucharlo. Puso mayor distancia de por medio, se mantuvo tan alejado como le fue posible. Sentía un nudo cada vez que doblaba la esquina por temor a perderla, entonces apuraba el paso temiendo no encontrarla en la siguiente vuelta. No entendía cómo es que una criatura como ella podía estar sola. Después de unos minutos ella se detuvo frente a un robusto portón de madera, sin parpadear comprobó que era su casa cuando abrió la puerta ella misma. La vio entrar y sintió el impulso de correr detrás de ella, se dirigió al portón pero antes de que pudiera hacer algo la pesada puerta de madera se cerró dejándo una sensación de vacío. Valentonado al no tenerla enfrente se acercó y de manera tímida golpeó la puerta, se mantuvo unos segundos en ese sitio, golpeó con mayor fuerza y al no obtener respuesta insistió en las ventanas. La buscó detrás de las cortinas, se maldijo por no atreverse a abordarla cuando pudo hacerlo y blasfemando a un ser superior se retiró golpeando todo lo que cruzara su camino.

Molesto consigo mismo pasó el resto de la tarde a la orilla del mar, se paseó por la playa jugando con la fina arena, recogía cosas que encontraba tiradas buscando distraerse, las arrastraba algunos metros. Acudió a su amigo el mar buscando consejo, éste le escuchó todo lo necesario, a pesar de no recibir una respuesta concreta obtenía justo lo que necesitaba, consuelo y ser escuchado por alguien. Horas más tarde se dirigió a los acantilados, disfrutaba ese momento, era un espacio en el que podía estar solo, era ahí donde a través de los años había reflexionado sobre una infinidad de temas. El mar y la arena hicieron lo propio, fueron apacigüando su ánimo. Junto con la luz del día su pesar fue desapareciendo de manera paulatina, solo pensaba en ella, en verla de nuevo. Al marcharse el Sol le escuchó y reconfortó la Luna, se quedó con ella hasta pasada la media noche, fue entonces que lo tuvo muy claro.

Se armó de valor y regresó a las calles dispuesto a verla de nuevo, recorrió la ciudad sin suerte, silbando para distraerse. Se perdió cerca de una hora hasta que decidió volver a la plaza y partir de cero intentando recordar la ruta, recordar casas, postes, esquinas donde hizo pausas para no ser descubierto, pero en su memoria solo estaba el vaivén de su vestido al caminar, sus caderas sin poder disimular su feminidad, su fina cintura, su delicada espalda y sus pantorrillas que sugerían el camino a la gloria. Finalmente dobló la esquina y descubrió el mismo portón en el que la vio desaparecer horas atrás.

Se acercó en silencio y se plantó frente a la puerta, se tomó un par de minutos sin saber que hacer, cerró sus ojos, se sintió un adolescente. Sin demorarse más rodeó la casa buscando un acceso, se asomó en cada ventana sin suerte, este inconveniente solo reforzó su decisión de visitarla esa noche. Dio una vuelta más a la casa hasta descubrir aquel balcón, se concentró en las cortinas y al comprobar el movimiento de las mismas descubrió la ventana estaba abierta. Subió tomando todas las precauciones para no alertar a nadie, como un ladrón ingresó a la habitación y con la Luna como cómplice descubrió la delicada figura de la joven bajo las sábanas.

Sonrió al encontrarla en un plácido y profundo sueño, se acercó a la cama y se dedicó a observarla sin prisas, era lo más bello que la naturaleza le había mostrado. Al verla con detenimiento se sintió parte de ella apreciando el movimiento suave del pecho al respirar, reflexionaba en su bondad e inocencia al comprobar su descanso tranquilo, descubría armonía y congruencia en toda ella. Se sintió culpable por estar ahí, pensó en retirarse por la misma ventana por la que entró, pero la sola idea de alejarse le provocó una sensación de vacío.

Se inclinó sobre ella y acarició su cabello con timidez, un mechón cayó sobre el rostro, con prontitud buscó acomodarlo con otra caricia, le pareció verla mover los ojos como a punto de abandonar su letargo, dudó si debía continuar. La escuchó emitir un débil gemido al acariciar su cabello, lo acomodó sobre la oreja y los párpados se abrieron para dar paso al brillo de sus ojos, fue ahí que quedó prendado de ella para siempre.

Sin abandonar del todo su sueño, se sintió extrañada por esa repentina caricia, abrió los ojos por completo, permaneció boca arriba, sujetando con ambas manos la sábana sobre el pecho. Él sonrió y sepultando cualquier inhibición dejó su cabello para alcanzar su cuello, se subió a la cama y la cubrió toda de besos. La joven permaneció quieta, lo sentía en el cuello rodeando hasta alcanzar la nuca, un ligero hormigueo se convirtió en escalofrío, recorrió los brazos con caricias que se extendieron hasta los pechos. La piel se erizó y sin darse cuenta e ignorando el frío de la madrugada bajó las sábanas descubriéndose toda.

No podía entender lo que ocurría, seducida arqueó la espalda en un impulso violento. Llevó las manos a su propio cuello, acariciándose con la punta de los dedos, bajó despacio haciendo una escala en sus pechos, dibujaba mapas en la piel indicando el lugar preciso donde deseaba las caricias. Trazó círculos que de manera paulatina se redujeron en tamaño hasta concentrarse en sus pezones, al sentirlos y comprobarlos erectos las manos continuaron su camino descendente hacia el vientre, apenas se tocaba con los dedos pero cada roce iba cargado de electricidad.

Él obedecía y seguía las instrucciones, disfrutaba el verla entregándose, si no a él cuando menos al placer. No pudo contenerse cuando ella separó las piernas ayudándose con las manos. Abandonó su cuello para colocarse al pie de la cama, comenzó a besarla entre las piernas, a los besos se sumaron caricias furtivas en la cadera que continuaban en sus turgentes senos, los besos aumentaron en intensidad. Ella se valía de las piernas para indicar la pauta, apretaba un poco para retenerlo, para prolongar un beso o una caricia, se ayudaba con los pies para elevar la cadera y alternar ligeramente la orientación del cuerpo. Los tiempos y los silencios de su respiración formaron un extraño binomio que no dependía solo de ella.

Renunció a su entrepierna a cambio de la promesa de los labios, sin darle tiempo a reaccionar subió conociendo el ombligo, abdomen y pecho, soplando sobre los labios le hizo sentir una brisa refrescante que anticipaba sus besos. Ella llevó las manos a la cabecera de la cama y cerró los ojos al momento en el que sus labios se fundieron con los de él. Se sintió rebasada por las sensaciones, todo el cuerpo cubierto por una sola caricia que la cubría desde los pies hasta los hombros, le correspondió con un beso impreso con la misma pasión con la que se comportaba ese extraño. Disfrutaba la forma en que jugaba con el cabello, lo enredaba, lo revolvía, soplaba en el cuello jugueteando.

Con las manos en alto se giró hasta quedar recostada de lado, sintió las manos del visitante sobre su piel desnuda, una de ellas fue de la cadera a las piernas, la otra alcanzó un seno para después dirigirse a su bajo vientre, no se detuvo hasta sentir su humedad. De manera súbita y sin preguntar ambas manos se aferraron a la cadera, la atrajo hacia él para iniciar un vaivén que los convirtió en uno. Su mano izquierda soltó la cabecera para ir a su entrepierna, los besos se veían interrumpidos de vez en vez por esas oleadas de placer que aumentaban en intensidad, los silencios fueron desapareciendo dando paso a su respiración agitada y a sus gemidos.

Fracasaron sus esfuerzos por ser discreta, hizo un último intento por reprimir esas sensaciones que la delataban pero se dio por vencida y se abandonó a cualquier gesto o expresión que demandara su cuerpo.

El visitante se sintió en el cielo al sentirla y escucharla estallar, vio sus ojos cerrados y su boca entreabierta, cada parte del cuerpo se tensó en ese preciso instante y así se mantuvo por unos momentos hasta relajarse por completo abandonándose al terminar esa tormenta de sensaciones. Se mantuvo junto a ella por algunos minutos, descansando, disfrutando juntos del momento.

Bajó de la cama para admirarla una vez más antes de marcharse, pudo verla agotada, perlas de sudor en la piel, en el rostro confusión, no entendía que había sucedido pero conservaba la calma con la que se encontraba cuando él entró por la ventana, ahora coronada por una sonrisa de placer.

A punto de retirarse algo lo motivó a regresar, la abrazó hasta devolverla a un profundo sueño, así transcurrió la noche. La colmó de caricias hasta que el cielo cambió a tonalidades naranjas. Sabiendo que dentro de poco amanecería se puso en pie y se dirigió a la ventana, las cortinas se movieron a su paso, volteó para admirarla una vez más.

El viento sonrió, dejó la ventana abierta y prometió volver.


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Había guardado las llaves en el bolsillo opuesto, le costó trabajo sacarlas pues llevaba una pesada maleta colgada al hombro que le entorpecía, al abrir la puerta de cristal pegó un vistazo al absurdo letrero "Por su seguridad cierre con llabe", lo ignoró y se dio por satisfecho con cerrar. Subió cuatro pisos por las escaleras, el edificio tendría al menos 50 años de haber sido construido y los peldaños eran grandes, le recordaban las pirámides de Teotihuacan aunque sabía lo exagerado de su comparación.

El departamento se encontraba en penumbras, esta vez no por la forma en que lo mantenía a oscuras teniendo las cortinas cerradas, sino por la hora del día, entró a su habitación solo para dejar su laptop, se quitó la chamarra aventándola sobre su cama y se dirigió a la sala donde pasaba sus ratos libres. Encendió el televisor y luego la consola de juegos de video, se instaló en el sillón más cómodo, mientras esperaba a que cargara el disco su espera se vio interrumpida por el sonido seco de una maceta al estrellarse contra el pavimento, él no se movió del sofá.

Casi de manera instantánea sonó el teléfono, sin prisas alcanzó la bocina
-¿Hola?
-¿Dónde está tu hermano?-lo interrumpió su abuela, reconoció la voz de inmediato
-N...no sé, ¿por? -la sexagenaria le había transmitido la angustia por el auricular
-¡Se acaban de matar aquí enfrente! ¡ahí donde está tu hermano!
Un escalofrío recorrió su columna, sin pensar colgó, tomó las llaves, azotó la puerta al salir y a tropezones bajó las escaleras.

Salió como alma que lleva el diablo hasta llegar a la calle, tenía el estómago hecho un nudo, dobló la esquina y de inmediato lo pudo ver, la cortina metálica de la tintorería tenía una salpicadura que surgía del piso y se expandía en abanico hasta terminar en la parte más alta, un mancha similar sugería un círculo en la acera, un metro más adelante estaba el cuerpo tendido abajo de la banqueta, invadiendo el carril izquierdo de los autos.

El ambiente era tan pesado que le dificultaba respirar, apenas dio un vistazo alrededor pero se percató de que solo se encontraban el cuerpo de esa persona y él. No podía ser su hermano, intentaba convencerse mientras se acercaba y buscaba algo que le permitiera comprobarlo y despejar sus dudas. Descubrió manchas de sangre negra y pedazos de cráneo que tuvo que evitar para acercarse aun más. Con angustia y miedo le buscaba el rostro, hubo un instante en el que no le importaba quien fuera, solo quería comprobar que no fuera su hermano.

Tuvo sentimientos encontrados al distinguir el cuerpo de una mujer, sintió alivio al descartar lo que más temía, pero fue entonces que la situación adquirió su justa dimensión. De manera repentina se encontraba en un estado de vigilia, algo lo empujó a acercarse aún más, se encontraba como en un trance.

Fue dejando en cada paso la persona que era, solo quedaron sus raíces, fue cambiando de piel hasta desnudarse por completo y tener el cadáver de esa mujer delante suyo, descubrió su cabello revuelto, pegajoso, ocultaba el rostro de la mujer, se sintió agotado, pudo percibir a alguien más en ese momento, a una tercera presencia, era una mujer que no se encontraba ahí de manera física, pero permanecía en la atmósfera. Se sintió atrapado entre las dos y así transcurrieron segundos que parecieron minutos enteros.

Sintió el toque helado de un dedo en su frente, un escalofrío recorrió su cuerpo y erizo su piel, de manera repentina pudo darse cuenta que esa mujer en el ambiente no era una tercera presencia, lo que sucedía era entre ellas dos, quien no estaba invitado a esa cita era él. Al darse cuenta dio un paso atrás, creyó verla sonreír, sacudió de manera breve su cabeza como regresando de ese trance, entonces pudo ver a la distancia a un grupo de personas mirando la escena, en la contra esquina pudo ver a tres más acercarse.

Minutos después en el lugar se encontraban cuatro patrullas, dos ambulancias y un par de veladoras colocadas sobre la banqueta. Un numeroso grupo de personas ya se encontraba ahí, reporteros para programas de televisión amarillistas entrevistaban a los elementos de seguridad pública y a personas excitadas al saber que aparecerían en televisión, aun cuando recién llegaban. Se sabía que la caída fue del piso 13, entre los vecinos corrían rumores de que al calor de las copas el novio la había aventado. Alguien cubrió el cuerpo con una sábana, para entonces ninguno de los tres estaba ahí. Al poco tiempo retiraron el cuerpo, poco a poco la gente se fue dispersando, dos horas después solo quedaban tres personas en el lugar. Para las 11 de la noche la calle se encontraba vacía de nuevo.

Esa madrugada, junto con las dos veladoras, una luz en la cuadra permaneció encendida.


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No fue sino hasta meses después de conocerla que me di cuenta del interés que tenía en ella. Tenía un aspecto ejecutivo pero algo no encajaba, parecía de antaño, lentes cuadrados, pantalón holgado, saco y chaleco por lo general oscuros, bajo el chaleco solía asomar una camisa blanca, se veía femenina a pesar de su gusto por la ropa.

Su voz era melodiosa e iba acorde a toda ella. Su mirada y sonrisa conservaban esa inocencia que hacía muchos años no encontraba en alguien. Se las arreglaba para conservar su frescura, aún tratando temas ríspidos ella nunca perdía la sonrisa. Sus manos reflejaban la delicadeza de todo su cuerpo, tenía dedos propios de una artista y se movían con tal gracia que me daba la impresión que tenía plena consciencia del movimiento de cada uno de ellos. Su figura distaba de ser exuberante y la ropa que usaba sólo sugería sus senos, yo iba un poco más lejos, los imaginaba y me gustaba lo que imaginaba.

No me cansaba de verla, en más de una junta pretendí escuchar con atención el tema central mientras de manera furtiva la miraba de vez en vez. En un cuaderno de notas dibujaba las distintas posiciones que adoptaban sus manos, con solo verlas sabía que era una dama. Quizá el saber esto fue lo que me llevó a profanarla.

Aquella noche me sentí avergonzado de quitarle la ropa, sentí que no era correcto, que no debía, aunque intentaba ignorarlo en el fondo sabía que efectivamente así era. Empecé por el saco y no pude detenerme, mientras desabotonaba su camisa la comí a besos, sus labios carnosos sabían mejor de lo que en meses anteriores solo podía imaginar. Me dio la impresión de que tenía las mismas dudas y miedos que yo, más tarde pude sentir en ella la misma desesperación y ansiedad que provocaba en mí.

No fue sino hasta que descubrí sus pechos que pude confirmar la palidez de su piel, me tomé el tiempo para admirarla y con paciencia alcanzar con el dedo índice cada lunar y cada marca que descubrí en ella. Dibujé las constelaciones sobre sus senos. No menos interesante fue descubrir sus pezones que reaccionaron a mi tacto. Ella miraba curiosa, se dejaba hacer.

Sus manos, que ya anticipaba delicadas, lo fueron aún más cuando tocaron mi pecho, hicieron una escala en mi cuello para luego alcanzar mi nuca, sus dedos jugaban y se enredaban en mi cabello. La tomé por la cintura y la levanté poniéndola sobre mi, su mirada tenía un brillo especial, ancló sus ojos a los míos y terminó de atraparme. Levantó un poco su cadera, deje de sentir sus nalgas un instante pero no podía dejar de mirar sus ojos, solo pude intuir la caída de sus senos al inclinarse para besarme. Llevó una de sus manos entre mis piernas mientras alternaba un poco sus movimientos para acomodarse. La calidez de sus labios sobre los míos y su humedad me tenían en un trance, se separó arrancándome un suspiro, casi de manera simultánea pude ver en su rostro ese gesto inequívoco, me llevó al cielo cuando la vi cerrar sus ojos y sus labios se entreabrieron para emitir un sonido que nunca escuché, pero pude sentir.

"Entonces les enviamos la propuesta". La atención de todos estaba sobre mí. "Sí, háganla llegar y la revisamos", respondí tranquilo y sin estar seguro de lo que hablaban.

Me sonrió con complicidad, pasé el resto de la junta distraído, pegando miradas furtivas de vez en vez, dibujando en un cuaderno de notas trazos que no pretendían sino hacerme recordar su delicada figura, aun cuando solo fuera la posición que adoptaban sus dedos.

Nos pusimos de pie para dar por terminada la junta y despedirlos, cuando llegó su turno conmigo no disimuló la sonrisa. "Si tienes alguna duda o necesitas algo me llamas" dijo a la vez que extendió su mano, lo hizo con tal delicadeza que apenas la sostuve y no me atreví a apretar. Al estrechar su mano confirmé lo que ya de antemano sabía. Tenía porte y prudencia. Lo que desconcía era esa llama que antes solo podía imaginar.

Independiente a los proyectos en curso agendaríamos otras reuniones, esta vez sin goce de sueldo.


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Su fisonomía era agria, sus vivencias con las mujeres, la traición y el desencanto de algunas amistades habían endurecido su rostro. Era difícil verle sonreír.

Las celebraciones del día de muertos lo habían puesto de un humor especial, desde su balcón miraba a la calle casi desierta, aunque se escuchaba el ruido de los vecinos que apenas comenzaban la fiesta. Esa noche se dedicó a ver películas de terror hasta quedarse dormido en el sillón. Despertó a las 4 am y en la televisión ya repetían la película que veía horas antes. Se levantó en automático, casi sin darse cuenta, aún entre sueños apagó la televisión y la lámpara de sala, en completa oscuridad se dirigió a su habitación, se quitó los lentes y no supo más de si.

El día siguiente transcurrió como la mayoría de los sábados, realizando tareas durante la mañana desde muy temprano y encerrándose en la tarde buscando cualquier actividad que lo distrajera de su soledad. En el mejor caso conseguía hacerlo con algún partido o con alguna película "dominguera" -como llamaba a las películas que no tenían mayor pretensión que la de hacerle pasar dos horas de su vida- pero en el peor su pensamiento le jugaba malas pasadas. En ocasiones encontraba algún motivo que lo hiciera profundizar en la situación que vivía desde hacía años. El reciente descubrimiento de las redes sociales no le ayudaba, mientras más gente le rodeaba más solo se sentía. A cada nueva relación una nueva decepción.

Encendió su computadora y pudo ver lo bien que la habían pasado gran parte de sus conocidos, como en una conspiración habían subido las fotografías, se aseguraron de mostrar sus disfraces y enseñarle cuánto habían tomado mientras a él lo vencía el sueño en el sillón de su sala.

"Que poca madre" pensó al ver las fotos de uno de ellos que el día anterior le había contestado con una negativa cuándo le preguntó si tenía algún plan para la noche.

Dejando la computadora encendida salió a su balcón para despejarse, descubrió entonces una de las lunas más hermosas que había visto, era un círculo perfecto y no había una sola nube que le impidiera admirarla, esa noche se encontraba más cerca de lo que solía estar, estiró su mano como para alcanzarla.

Su mente empezó a divagar, ¿que sucedería si repentinamente falleciera?, pensaba si le ocurriría el fenómeno Selena o Colosio. ¿Que sucedería? ¿quiénes asistirían a su funeral? Empezó a jugar con esta idea de distintas formas, mentalmente hizo una lista de las personas que creía estarían ahí, luego de las que no, e insatisfecho se dio a la tarea de discriminar a las personas que estarían pero no deberían, y de las que no estarían pero desearía que estuvieran ahí. Pensó en que al morir le gustaría ser velado en su casa, no quería hipocresías de un montón de gente en Gayosso sin saber siquiera quién había sido, a que temía o a quien amaba. Sintió pena por sus seres queridos a quienes lastimaría con su partida. Regresó a la computadora y como en automático actualizo las páginas para ver si alguien había dejado algún comentario o si había tenido respuesta en el chat dónde minutos antes había dejado un saludo a todos y a ninguno. En ninguno de los dos había respuesta.

Estaba cansado de vivir sujeto a una promesa, cansado de escuchar que la esperanza muere al último, no, la esperanza se muere antes que la vida misma. La idea de quitarse la vida coqueteaba con él cada vez con mayor fuerza.

El reproductor de música tocó de manera aleatoria "A whiter shade of pale" con Annie Lennox. La voz de Lennox le provocó un profundo deseo de mirar nuevamente la luna, subió el volumen a máxima potencia para que se escuchara afuera y que así la música lo acompañara en ese momento, la hizo parte del soundtrack de su vida. Salió al balcón y se dedicó a admirarla, se tomó varios minutos para hacerlo, para disfrutar del fresco de esa fría noche de Noviembre. La melodía y la luna hacían una pareja perfecta. No pensó en otra cosa hasta que se escucharon los últimos acordes de la canción. Seguía sin estar seguro, pero estaba agotado de considerarlo, no tenía energías para profundizar en lo que haría. Pensó que sería una forma de dar una lección a los que lo habían lastimado, -"que se chinguen"- pensó mientras asomaba para comprobar la altura.

Su fisonomía era agria, sus vivencias con las mujeres, la traición y el desencanto de algunas amistades habían endurecido su rostro, pero el pensar en lo que sucedería, si al tiempo descubría a quién o quienes le importaba, quién o quienes le procurarían cuando no estuviera, la sola idea le dejó una sonrisa perpetua. Después de todo siempre podría visitarlos cada 2 de Noviembre.


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Nota: Antes de que lean el texto les comento que fue editado los primeros días de Enero de 2010. Si lo desean pueden leer la versión editada en No volverá a suceder (editado)


No volverá a suceder


Los rayos del sol alcanzaban una pared de la habitación, resaltaban el mal estado en el que se encontraba la madera, para ella no solo era desagradable a la vista, podía sentir esa humedad en sus huesos.

Al pasar su lengua por detrás de sus labios saboreó su propia sangre, tenía al menos diez días que no probaba ese sabor. Le tomo un par de minutos ubicarse, aún se sentía mareada, la bebida aun provocaba estragos en su cabeza, afectaba sus sentidos, su percepción, su equilibrio.

Intentó incorporarse apoyándose sobre su codo, hasta entonces cayó en cuenta de que estaba en el piso, se estiró para alcanzar la cama y fue cuando el dolor se hizo presente en distintos puntos de su cuerpo, se acentuaba en puntos muy concretos en sus muslos y en uno de sus brazos, con dificultades se puso en pie ayudándose de la cama y se sentó sobre ella. Se tomó unos minutos para despejarse, no podía concentrarse en una idea, su cuerpo molido a golpes no se lo permitía. Pasó una mano sobre su ojo para evaluar el daño, con el dedo índice hizo lo propio bajo su nariz, al mirar su dedo no encontró sangre, aunque no significaba que no la hubiera. Apoyó ambas manos sobre la cama y clavó su mirada al piso, la botella de vino, los tarros y sus prendas hechas jirones le dieron pistas de lo que había ocurrido la noche anterior.

Recordó la noche en que juró que no sucedería de nuevo, jamás le creyó a Asad cuando éste, mientras sostenía sus manos, le dijo que no permitiría que otro cliente la golpeara de nuevo, solo con ver sus ojos ella sabía que mentía, lo único que le preocupaba era que sus muchachas no tuvieran moretones visibles que pudieran desagradar a los clientes. Ella lo miró a los ojos pero no pronunció palabra. Su consuelo más bien parecía una burla, como si tuviera opción.

Esa noche parecía tan lejana. El dolor en su cuerpo la trajo de vuelta cuando se puso de pie, con trabajo avanzó dos pasos y se inclinó para levantar esa fina cadena que la noche anterior descansaba sobre su cadera y que, en la parte de adelante, una breve tela con transparencia sugería lo que se supone debería cubrir. Se puso la ornamenta y mientras la cerraba en su cadera recorrió el cuarto con la mirada, descubrió un baúl volteado, los cojines que adornaban la cama se encontraban en el piso, fue en ese momento que recordó haber escondido la daga dentro de uno la noche anterior.

Asad tomó su mano con firmeza y la guió por el pasillo, bajaron las escaleras, y la llevó a una de las mesas frente a la cocina, la invitó a sentarse y con una sonrisa desapareció detrás de la puerta. A los pocos minutos salió con un tarro de cerveza, pan y un pedazo de queso, lo puso frente a ella y se sentó a su lado sin dejar de mirarla. Ella clavó su mirada en el plato, apenas volteo a verlo, él solo sonreía. Se hizo un silencio incomodo. Sin ganas tomó el pan y lo llevo a su boca. Su dueño acarició su mejilla mientras la invitaba a continuar, le acercó el tarro para apurarla a beber, ella apenas lo miro y lo hizo. El hambre venció su orgullo y llevó la comida a su boca, no era fácil que pudieran comer queso, ignoró la mano sobre su pierna, no le importó sentir esa mano áspera apretar su muslo. Ella no volteó, ni siquiera cuando su mano alcanzó su entrepierna, esa noche la hizo compartir la cama.

La muchacha subió una rodilla a la cama y alcanzó el cojín en el extremo opuesto, aturdida no entendía el por qué no pudo defenderse, no recordaba siquiera si lo intentó. Al palpar la fina tela de oriente recordó una noche distinta a la que acababa de pasar, pudo sentir la dureza del objeto que había escondido, introdujo su mano y tomó la daga, la sujetó con fuerza, con tal fuerza que sus puños se pusieron blancos.

Se preguntaba una y otra vez por qué lo permitió, cómo es que había sucedido de nuevo, buscando respuestas abandonó la cama, dispuesta a despejar su mente salió al pasillo y ayudándose con la pared se dirigió a las escaleras. Sintió el impulso de llorar, se sentía sola, No había nadie despierto aún, la cocina estaba vacía, quería comer algo pero tenia el estómago revuelto.

Al salir pudo ver las sillas, las mesas dónde servía bebidas cada noche, dónde por comida y hospedaje se veía obligada a llenar los tarros de los clientes desde hacía cinco años. No era raro el cliente que creía que el hecho de que la muchacha les atendiera les permitía otras libertades con ella, libertades que Asad concedía por el precio adecuado. No importaba si estaban ebrios, si eran mal vivientes, ladrones o asesinos, si traían dinero consigo Asad les permitía cualquier cosa, incluso tener compañía para la noche.

A punto de quebrarse recordó su promesa, recordó que no volvería a derramar una lágrima. Mientras miraba la barra casi podía ver a Asad detrás de ella, con esa sonrisa cínica, riendo a carcajadas, dándole tareas y aprovechando cualquier oportunidad para tocar sus nalgas. Subió nuevamente las escaleras, caminó por el pasillo hasta la puerta del fondo, con ese peculiar caminar consecuencia de su voluptuosa figura, parecía haber olvidado el dolor, se detuvo unos segundos frente a la puerta, con delicadeza tocó pero no escuchó sonido alguno, insistió con mayor fuerza, esta vez lo escuchó maldecir, luego sus pasos y lo vio asomar cuando entreabrió la puerta. Al descubrirla semi desnuda Asad abrió la puerta, no parecía sorprendido, sabía que había sufrido otra golpiza, pero hasta ese momento pudo ver las consecuencias de los excesos de su cliente.

La hizo pasar, ella mantuvo sus brazos abajo. La recibió desnudo, la jaló hacia él para abrazarla y pudo sentir su voluminoso estómago contra ella, su cuerpo lleno de pelo. Sintió esa enorme mano tomar la suya y la guió hacia su cama. Ella lo siguió dócil, su mano libre detrás, apenas sobre sus nalgas, su puño apretaba la daga con tal fuerza que se tornó blanco.

Escuchó la voz rasposa de Asad "No volverá a suceder". Esta vez sabía que era verdad...

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Hoy me acordé de ella, aún cuando no podía identificar del todo su rostro era capaz de reconocerla a dos cuadras de distancia. "La costra de mugre" fue el apódo que le puso un amigo, era de esperarse de un grupo de chicos de 15 años. Bajo sus harapos asomaba un poco de su piel, en sus manos y rostro la suciedad acumulada por meses se hacía sólida y formaba capas una sobre la otra al grado de ocultar parcialmente su cara.

Los remiendos que llevaba por ropa no eran siempre los mismos pero siempre lucían igual. No puedo saber si la joroba correspondía a su deforme anatomía o si eran jirones de ropa que llevaba encima, me inclino más por lo primero.

La veíamos durante la semana, ya fuera en el trayecto a la escuela, de regreso a nuestras casas o por las tardes al salir a jugar. Deambulaba por las calles de mi colonia, en ocasiones volteaba y la veía pasar, iba a todos lados y a ninguno. Se volvió parte de nuestro día a día, aunque quiza es pretender demasiado pues no había preocupación alguna en nosotros por esa persona, se volvió parte del paisaje, un personaje más de tantos que tengo en mente.

No podría decir cuándo fue que dejamos de verla, supongo que transcurrieron meses antes de darme cuenta. Durante los años la recordé en contadas ocasiones, pero mi pensamiento se fue transformando. En un principio ella era una broma para mis amigos y yo, fue hasta años después que llegó a cruzar mi mente la idea de dónde pasaría las noches.

No sé si encontró alguna casa hogar, no se si alguna autoridad se la llevó, no sé si murió sola en la calle.

¿Cuál fue su lugar en este sitio? No tengo respuesta y no se si la haya, pero está junto al loco que cargaba tres paraguas en el brazo y gritaba maldiciones a todos aquellos que cruzaban su camino, junto al hippie de 60 años de cabello cano, barba y lentes que todavía encontraba de manera ocasional meses atrás, junto a las dos hermanas que llevan comida que obtienen de los botes de basura y todos los días con una sonrisa me piden la hora y después dinero para su café de cada mañana...siempre la hora y café.

¿En algún lugar alguien los extraña? ¿alguien los recuerda?

...al menos ésta última pregunta sí la puedo contestar.


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'Costras de mugre' by José Francisco Dávila is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.
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Es increíble cómo nos deterioramos y no nos percatamos de ello, tenemos una capacidad impresionante para adaptarnos, sin importar que tan grave sea el daño, sea parcial o total, realizamos los ajustes necesarios, podemos engañarnos convirtiendo una verdad en mentira o una mentira en verdad, o bien alterar nuestra percepción y la de los demás de ser necesario.

¿Malo? No necesariamente, ¿de qué otra forma podríamos lidiar con el dolor?

Lo interesante es cuando uno afronta esa verdad relativa o esa mentira absoluta todo adquiere otro matiz, y es hasta ese momento cuando uno es capaz de ver las cosas en perspectiva. ¿Queremos hacerlo? Sean buenas o malas, mejores o peores, éstos son los hilos que nos mueven. Cuántas experiencias alteradas, cuántas arruinadas, cuántas exaltadas...¿queremos abandonar esa zona de confort si es que existe tal? Mi respuesta es sí...

...y durante ese proceso de deterioro, 12 años después: 0.50 - 0.50 / 0.75 - 0.25


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'Miopía y astigmatismo' by José Francisco Dávila is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.
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No sé cuantas personas había en el interior del auto compacto, no sé cuántas había fuera, pero la escena me recordó la fiesta en Pamplona, un grupo de jóvenes empujaba el auto intentado que diera marcha, escuchaba las carcajadas y cómo de un instante a otro se convirtieron en gritos, un estruendoso golpe y silencio.

Escuché las llantas del vehículo y las vi sacar humo, el auto hizo un trompo violento, aunque mis ojos captaron todo, no pude discernir si la persona que salió volando cuando el coche se impactó de lado contra el poste estaba en el interior del vehículo o era de los que empujaban, nadie tapó mi vista, debe haber salido proyectado a dos metros del auto, por la forma en que golpeó la banqueta y quedo inmóvil el pronóstico era tragedia, la acción de acercarme fue más por instinto que por razón.


Ese día festejamos que mi jefa dejaba la empresa, no estoy seguro si festejamos que tenía una mejor oportunidad en otro lado o siendo sinceros celebramos que se iba. Para no entorpecer compromisos personales de los asistentes se organizó esa "comida" desde muy temprano. Empezamos a las 4 de la tarde, y para las 7 de la noche todos estaban en mal estado, debo reconocer que yo había bebido demasiado, no me sentía bien, pero aun tenía el juicio para decidir detenerme. Ellos no parecían tener la misma intención, pedían una botella tras otra, por una hora les pareció chistoso tirar caballitos de tequila y de ron uno tras otro.

Ya había corrido demasiado alcohol, pude ver como ese grupo pasó por todas las etapas de una juerga. Los vi platicar sobre este nuevo proyecto para ella y para nosotros, después empezaron las anécdotas, para las 6 de la tarde ya todos reían, bailaron, a las 9 ya tres personas me habían dicho que me querían un chingo, que más que un compañero habían encontrado un amigo, bla, bla, bla. Es parecido a la frase que escuché tantas veces de niñas las que no les importaba un carajo "te quiero como amigo". Uno de ellos se quedó dormido sobre la mesa, después lo siguió otro, no sin antes vomitar ahí mismo. La última etapa que pude ver - porque estoy seguro que hubo más, pero decidí no hacerles compañía - fue cuando se calentaron los ánimos entre algunos de los presentes por cosas sin sentido, hablaban sobre lo chingón que era un jefe que corrieron meses atrás, y alguien más respondía que era un pendejo, que nadie es indispensable, etc. Sin que yo estuviera involucrado en esa discusión mi jefe me mandó a la chingada argumentando que yo pensaba igual que la persona con la que discutía. Con una broma desapareció la tensión del momento, brindamos, cambiamos de tema y minutos después aproveché para irme. Eran las 11 de la noche cuando llegué a casa.


Me sentía mal como para ir directo a la cama, así que decidí matar tiempo en la computadora, revisé correos, las redes sociales, las noticias y sin darme cuenta entré en ese estado de vigilia, ese momento cuando uno se debate entre la realidad y el sueño. Por Internet un conocido me invitó a seguir la juerga en un bar, estaba por irme a dormir pero no me sentía bien para recostarme así que acepté. Me dió la dirección y quedamos de vernos allá.

Toda la tarde del viernes sirvió para llegar sin inhibiciones a ese lugar, no se si es correcto decir que me desenvolvía con mucha naturalidad, pues al natural no soy así, había una extensión de mi en ese sitio, alguien que no conocía del todo. abordé a una chica que pareció corresponderme, pasamos un buen rato juntos. Después de la media noche recibí una llamada de mi jefe, quería saber dónde estaba, "I know you want me" a todo volumen me impidió decirle que estaba en mi casa dispuesto a descansar. Una hora después estaba con nosotros.

Hacía uno que otro comentario ocasional con él, pero estaba más ocupado en esa chica que recién conocí. Algunos se fueron retirando ya en la madrugada, la chica sabiendo exactamente lo que hacía me dijo que no sabía que hacer, pues estaba lejos de casa y no sabía dónde quedarse. Le ofrecí la alternativa de pedir un taxi de sitio, o de quedarse en mi casa. Mientras se decidía cerramos la cuenta, levantaron la mesa y salimos del bar con tres botellas en mano.

Los meseros parecían agradecer que ese grupo de borrachos se fuera. Salimos del lugar un grupo de 5 personas, yo estaba molesto porque la chica en la que me había fijado hacía desfiguros con alguien más, sin música bailaba restregando su cuerpo en él. Pensé en retirar la invitación que le hice de quedarse en mi casa.

A esas alturas mi jefe estaba de lo más pesado, alardeaba, retaba, tenía ganas de pelear, yo sólo quería que se fuera, en un destello de lucidez llamó a sus amigos para que pasaran por él, era evidente que no estaba en condiciones de manejar. Unos minutos después pude ver el auto zigzagear por la calle mientras escuchaba las carcajadas, preferí subir a la banqueta pues no sabía si estos imbéciles en uno de esos "juegos" les pareciera chistoso aventar el auto hacia nosotros. Mi jefe los saludó con risas parecidas a las de ellos, uno de lo que iban abordo pidió ayuda para empujar el auto...

...gritos, un estruendoso golpe, silencio.

Me di cuenta que de todos los presentes solo uno o dos de ellos eran amigos de la persona que salió disparada del vehículo, el resto, aun cuando ocurrió justo al lado de ellos, solo guardaron silencio y parecían querer evitar la sangre. Me acerqué de inmediato, pude verlo recostado boca arriba con una pierna ligeramente alzada que había quedado sobre una valla vencida, parecía dormido, su cabeza estaba sobre la raíz de un árbol, y el pasto silvestre impedía ver si había una piedra, raíz o algo donde pudiera haberse golpeado, no encontré dónde estaba la herida, pues aunque tenía sangre en la cabeza, en el rostro y en su camisa, no se veía de dónde emanaba.

Me acerqué poniendo una rodilla al suelo, intentando evitar un daño mayor impedí con una mano el avance de alguien que pretendía acercarse, mi otra mano se dirigía hacia el accidentado, creo que toqué primero su hombro, luego su cabeza pero sin moverla, intentando más bien evaluar la situación sin saber bien cómo hacerlo. Fue entonces que el cuadro se tornó macabro, justo después de su cabeza pude ver a un segundo accidentado, sólo la cabeza. Me dejó helado, apenas pegué un vistazo intentando encontrar el cuerpo al cual hasta hace unos segundos pertenecía esa cabeza, pero no pude ver nada.

Me dirigí a dos de las personas que estaban conmigo, les grité que si habían pedido una ambulancia, la forma en que me miraban sorprendidos y sus dudas para contestar me hicieron ver que no, mi reclamo los hizo reaccionar, "¡pues pídela!" grité, asintió y lo vi sacar su teléfono celular.

Sentí alivio cuando lo vi mover la cabeza débilmente hacia mi, ¡que poco duró esa sensación! Nunca olvidaré su mirada, mezcla de confusión, sorpresa y horror, al verlo consciente me apresuré a hablarle, le dije que no se moviera, que esperara, que estuviera tranquilo, puse una mano en su pecho, apenas por encima y sin ejercer presión, no me atrevía a tocarlo con decisión pues no sabía que daño pudiera tener. Él intentó decir algo que no entendí, sentí un nudo en el estomago cuando pude ver salir de su boca pequeñas burbujas de sangre, no era la primera vez que veía eso, pero eso se los contaré en otra ocasión. También me pareció ver como se dibujó una línea horizontal de sangre en su cuello al intentar hablar, pensé que estuvo muy cerca de tener la misma suerte que la otra persona.

"No hables, tranquilo, ya viene la ambulancia". Por la forma en que me miró me pareció que pudo entenderme, hasta ese momento separó sus ojos de los míos, y su cuerpo se movió ligeramente hacia el lado opuesto del que yo estaba, parecía que buscaba una posición más cómoda, sin moverme de su lado buscaba alguien que me ayudara, pero solo encontré a las personas guardando su distancia, pero sin dejar de mirar con morbo la escena. Al regresar mi mirada a él pude verlo boca abajo, había rodado en dirección opuesta a mi, hasta casi quedar boca abajo, lo vi hacer un intento por acomodarse, y lo vi morir frente a mi.

De inmediato me puse de pie, "chingada", dije para mi a la vez que volteé, no había más que hacer. Me sentí mal conmigo pues por mi mente pasó la idea de tomar fotografías, especialmente de esa cabeza, de alguna forma me convertía en otro más de las 20 personas que se quedaron por morbo. No me pareció correcto por sus amigos, y aún así pensé en justificarme argumentando que era para cualquier situación legal que lo pudiera requerir. Mientras me debatía en este pensamiento pude ver al menos a 5 personas tomando fotos con sus celulares.

A final de cuentas no lo hice, aunque tenía la cámara digital conmigo no la saqué en ese momento. ¿Por qué no pude hacerlo? ¿No podía o no debía?

¿Que diferencia hay entre escribir estas líneas o haber tomado la fotografía? ¿entre capturar el momento en 8 megapixeles o escribir las cosas tal como las recuerdo?

Sin importar que tan despreciable puede ser esa idea que cruzó mi mente, no fui yo, fue la naturaleza humana.


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No era la primera vez que salía a tomar algo con Álvaro, en ocasiones después de algunas copas salían temas de índole personal, aunque por lo general terminábamos hablando de lo mismo, de los problemas en el trabajo, de cuántas semanas quedarían antes de que nos corrieran, de lo jodido que estaba la situación para la empresa este año y de la estúpida reestructuración de las áreas en la empresa.

La diferencia de esa noche a tantas otras, es que por motivos de trabajo nos encontrábamos lejos de casa, llegué a Guadalajara poco antes del medio día, una ciudad muy especial para mi, desde la prepa tuve un interés que rayaba en lo obsesivo con esa ciudad, por absurdo que parezca algo tuvo que ver un torneo de futbol, en donde un equipo local de dicha ciudad tuvo una actuación destacada en la liga, fue entonces que decidí convertirme en la oveja negra de la familia al seleccionar mi propio equipo. Al seguir al Atlas de Guadalajara conocí un poco más la ciudad, me pareció perfecta pues tiene todas las bondades del D.F. pero sin tanto problema, y otro factor importante, no he visto mujeres más bellas que las de la perla tapatía, aunque no conocía a casi nadie de allá excepto a la esposa de un amigo, muy guapa por cierto.

Decidimos buscar un lugar para tomar unos tragos, caminamos bastante sin saber a dónde dirigirnos, terminamos en una avenida donde la ciudad tenía algo de vida nocturna. Después de una hora, quizá más por cansancio que por convicción, nos decidimos por un lugar. En ese momento pensamos que no fue el mejor día para salir, era media semana, no había mucha gente en las calles y yo seguía esperando encontrar a esas mujeres hermosas de Guadalajara, si bien no la que había construido en mi mente, al menos alguien que se acercara a rasgos que para mi tenían importancia en lo que buscaba en una mujer, no pedía nada fuera de lo común, no buscaba una superestrella o una modelo de revista, pero sí una chica morena, atractiva de cara y de buen trasero, aunque era un atributo que estaba dispuesto a pasar por alto si el todo lo ameritaba.

Al parecer no era mi noche, aunque la música era buena casi todas las mesas estaban vacías y en las pocas en las que veía gente no encontraba muchas mujeres, aunque de inmediato jaló mi atención una mesa con dos chicas que para nuestra mala suerte estaban acompañadas, al fondo del lugar pude ver a otra chica, pero estaba oscuro y la distancia era considerable, no pude ver si estaba con alguien o si valía la pena abordarla.

Como si fuera un ritual hicimos lo mismo que en nuestras habituales salidas en el DF, revisamos sobre cuánto andaban los precios, después de ese primer filtro pedimos algo, y nos quedamos unos minutos en silencio como lobos buscando a una presa. Comenzamos a platicar de lo mismo de siempre.

Un poco desesperado por desaprovechar esa noche y el estar de viaje en otra ciudad, me paré para ir al baño, aunque en realidad lo que quería era recorrer el lugar y ver si algo había escapado a ese primer vistazo cuando llegamos y de paso ver con mayor atención a alguna de las chicas en las que me fijé cuando entré. Para mi buena fortuna al acercarme a la mesa de las chicas que estaban acompañadas descubro que ahora estaban solas, creí que solo las chicas iban juntas al baño, al pasar junto a ellas y sin pensarlo le sonreí a una, a la morena para ser preciso, su amiga era rubia, y aunque hay sus excepciones siempre he tenido debilidad por las de cabello oscuro. No solo me devolvió la sonrisa, sino que a pesar del ruido la escuché decir “hola ¿como te va?”, al menos eso fue lo que entendí, me lo dijo como si me conociera de mucho tiempo. Debo reconocer que me tomó por sorpresa pero reaccioné con mucha naturalidad, “¿qué onda como están?” les contesté también como si las conociera de tiempo atrás, a la vez que tomando a la morena del hombro le dí un beso en la mejilla, me crucé para saludar a su amiga de la misma forma, intercambiamos algunas palabras, no recuerdo con exactitud que comentamos pues estaba más preocupado que las personas con las que estaban quisieran romperme la madre cuando regresaran si me sorprendían en su mesa con ellas, así que para evitar un problema, pero sin cerrar las puertas a conocer a esa mujer me presente con ellas a la vez que les extendí la mano como presentándome, sin importarme que ya las había saludado de beso antes, no recuerdo el nombre de su amiga, pero en mi mente se quedo como una fotografía su sonrisa a la vez que me decía “Luna”. Le dije que la vería al rato y me dirigí al baño para hacerme pendejo, al momento que entraba los otros dos tipos salían. Regresé a mi mesa y pasé nuevamente junto a ellas, apenas le sonreí como cortesía y no me detuve a ver la reacción de los que la acompañaban, ella me devolvió la sonrisa.

No hay mucho que contar sobre la conversación con Álvaro, pedimos otras dos rondas y con desgano ya nos disponíamos a regresar al hotel. Molesto por el “fracaso” de esa noche apuré mi bebida y pregunté si pediría algo más o cerrábamos la cuenta. Al levantar la cabeza para buscar al mesero sentí un nudo en el estómago cuando al voltear pude ver a Luna bailando a unos metros de nuestra mesa, se veía hermosa, sus movimientos eran sensuales, pero había un dejo de tristeza en ella, ¿o esa impresión se debía a la canción?

Como en un trance me quede mirando, todo se redujo a tres actores en ese momento, la música, ella y yo. Todo lo demás desapareció, juró que bailaba para mi, su cuerpo y sus ojos me lo decían, todos mis sentidos estaban pendientes de ella y aunque sus labios no se separaban parecía susurrarme secretos al oído, para mi fortuna Álvaro no rompió ese momento, o si lo hizo no lo noté, ella tenía toda mi atención. Me permitió admirar su cuerpo, pero estaba más pendiente de sus gestos y de sus miradas que de cualquier otro de sus atributos. A una canción la siguió otra, me tenía en un trance, sus movimientos eran felinos, sus ojos me retaban, en esa mirada se entregaba, el todo me seducía. En cuanto me fue posible le invité una copa, Álvaro hizo lo propio con la rubia y tuvimos oportunidad de platicar los cuatro sobre cualquier cantidad de temas insulsos, les dijimos de dónde veníamos y no parecieron tomarlo mal pese a la reputación de los ”chilangos”, ambas fueron muy agradables, y aunque tenía un especial interés en Luna encontré a su amiga muy simpática y agradable, de vez en vez se sonreía al ver los avances entre Luna y yo.

Aunque apenas teníamos unos minutos juntos, la plática sirvió para conocernos un poco, Luna me contó de dónde es originaria, de sus actividades diarias, la música que le gusta, aficiones y demás, yo estaba prendado, ella coqueteaba y permitía que jugara mi papel de macho, por supuesto, hasta donde ella quería. Pude sentir sus piernas cerca de las mías, le pasaba un brazo encima, la jalaba hacia mi y ella se dejaba hacer. Luna jugaba a lo mismo, colocaba su mano en mi pierna, hurgaba en mi camisa y sentía sus caricias en mi pecho, aprovechaba cualquier comentario simpático para acariciar mi cuello, me gustaba verla reír. Me platicaba de cualquier tema como si de un secreto se tratara, su aliento se sentía bien, su respiración en mi oído. Después de algunos minutos esos roces casuales se convirtieron en caricias. En un par de ocasiones y sin planearlo nuestros labios se alcanzaron, fue breve pero lleno de magia, se sentía bien, el roce de sus labios se volvió un elemento más de esa noche, igual que la débil luz del lugar o el alcohol alterando nuestros sentidos.

Pero como muchas de las cosas buenas eso no estaba destinado a durar. De un momento a otro la sentí ausente, ella apuró su bebida mientras yo lo tomaba con calma, intentaba prolongar el momento. Tomó su bolso de mano y sin decir más nada se puso de pie, se despidió diciendo que esperaba verme pronto. Su amiga parecía estar igual de sorprendida que yo, al reaccionar le pedí su número, le dije que quería verla de nuevo. De manera elegante evadió mi petición con ese arte que tienen las mujeres para mandarnos a la chingada con una sonrisa. Calló cualquier argumento dándome un beso en la boca y sin más se marchó.

Su amiga se quedo un momento más con nosotros, me acerqué para preguntar que sucedía, me dijo que estaba igual de confundida que yo, que pensaba que había una química muy especial entre nosotros, que no la había visto así antes, intentaba decir algo como para disculparse por ella. Me di cuenta que nada tenía sentido. Al buscar a Luna la encontré con alguien más.

¿En qué estaba pensando? Ella vive en Guadalajara, ¿pensaba ir a verla cada fin de semana? ¿llevar una relación por msn? No seas pendejo…¿por qué me suceden esas cosas? ¿por qué una mujer me sonríe y me tiene a sus pies? ¿por qué veo raíces donde no las hay?

Mientras pagaba la cuenta intenté convencerme de que así tenía que ser, que podía darme por satisfecho con lo ocurrido esa noche y que nadie podía quitarme esa experiencia. Aun con este pensamiento no podía evitar sentirme frustrado, tomé mi chamarra, dejé la propina y salí del lugar. Álvaro tuvo que apurarse para darme alcancé, ni siquiera lo consulté para irnos.

Todo mi cuerpo tenía recuerdos de ella. La sonrisa de Luna al pasar junto a ella, las imágenes grabadas en mi mente al verla bailar, el descubrir su anatomía, el sentir la suavidad de su piel, sus piernas junto a las mías, el roce de su cuerpo, su risa que presumía sus dientes como perlas, su aliento en mi cuello y su ronca voz en mi oído cuando se acercaba para confesarme algo. Eran recuerdos hermosos, todos excepto esa sensación de vacío que me dejó dentro. Mientras buscaba un taxi intentaba convencerme que me llevaba algo bueno de todo esto…

…al menos ya conocía un table en Guadalajara.


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2 de Octubre no se olvida...nunca había sido más cierto que ésta madrugada, por alguna extraña razón y sin darme cuenta desperté al demonio que mantuve sepultado por años, aquel que de manera inconsciente reprimí con tal fuerza que se volvió parte de mi, que lo arrastro desde aquellos años, adherido como una sanguijuela, como el beso de un vampiro, de mi princesa vampira.

"Quedate en mi recuerdo, en dónde perteneces", fue la primera idea que saltó mi mente, pfft, que absurdo, así es la relatividad, ahora quisiera que te quedaras en mis recuerdos, cuando antes de esta noche intenté olvidarte a toda costa.

¿En que carajos pensaba cuando escribí tu nombre en el buscador? Nadie va a creer que intentaba comprobar la ortografía, pero qué importa si me creen o no, así fue, y al ingresarlo la busqueda acusa ese nombre que nunca olvido seguido por ese apellido que conseguí reprimir de mi mente, y tu apellido molesto por esta acción me dio una cachetada seguida por un puñetazo en el estómago cuando lo leí. Tenía que ocurrir algun día, era de esperarse, me sorprende que no haya sucedido esto antes.

Encontré tu perfil pero no me atreví a agregarte, ¿para qué?, mientras masticaba el hallazgo y sin darme cuenta entré para saber de ti, luces tan distinta, me di cuenta de la manera en que te volví un ideal, la vara con la que todas serían medidas, ¿cómo pude?

Me sonreiste, y en una secuencia de 21 fotos me contaste 15 años de tu vida, me hiciste saber que estabas con alguien, supongo que tenías reservas para decirme las cosas como son pero finalmente no pudiste evitarlo, quiza para suavizar la noticia me contaste sobre tus dos princesas, son hermosas como tú, me enseñaste las fotos de sus vacaciones, y con dudas me dijiste que tienes 7 años de casada...con una sonrisa me mostraste tu vestido de novia, cómo lucías el día de tu boda, gracias por romper la burbuja.

No, no te voy a buscar ahora que te encontré, es hora de dejarte ir, es difícil de explicar, te adoraría, sería un honor dedicar mi vida a ti si fueras esa virgen que puse en el altar...con todo mi ser espero que eso seas para él.

Me iré a la cama, dormiré y despertaré siendo otro, tú por tu parte tendrás otro día más, jamás te enterarás de esto, así como jamás te enteraste del tiempo que te fuiste conmigo. Hoy lamento todo eso que no fuimos, me duele nuestra historia que no existió. Como lo dijo Tita Valencia: "necesito que alguien llore por mi, urgentemente".


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