Tengo algunas semanas intentando escribir y simplemente no lo consigo. Es curioso que éste texto sea el resultado de mi incapacidad para hacerlo.

No, no he conseguido plasmar esa historia que se mantiene escondida en algún rincón de mi mente. Escucho voces que me otorgan ideas y me atormenta el no poder hilvanarlas. Frustrado me detengo a mirar atrás. No es la primera vez que sucede. Lo he experimentado de manera recurrente y mientras más atrás me remonto me doy cuenta que ha sido una constante en mi vida. He tenido ideas que no han visto la luz, ilustraciones no concluidas o jamás realizadas, concepciones que no pasaron de ser un boceto escondido en un cuaderno arrumbado. Ahora ocurre con la escritura.

Se habla mucho de "el miedo al papel en blanco" (supongo que lo del papel ha quedado atrás), a dar comienzo a cualquier proyecto, a que el autor se enfrente a iniciar lo que sea. Mucha razón hay en esto, no siempre es fácil. Sin embargo en mi caso hay algo que resulta aún más destructivo, algo sucede en el camino y me enfrento a mi mayor obstáculo, el miedo a no quedar satisfecho. ¿Es esto parte del proceso creativo? Si respondiera de manera apresurada diría que sí, después de todo "el crítico más duro es uno mismo", ¿o no?

Al detenerme a reflexionar la respuesta encuentro otra alternativa, y es que no es algo exclusivo de alguna expresión del arte, me doy cuenta que se traslapa a muchas experiencias de vida, a mi relación con los demás. ¿Será que no es una cuestión del proceso creativo sino algo inherente al carácter?

Mientras escribo la entrada me doy cuenta que, en mi caso, el realizar un dibujo, escribir un relato o dar comienzo a una nueva relación tienen un elemento en común: el miedo al fracaso.

Con mi corta experiencia y aunado a esa característica propia del ser humano de cometer el mismo error infinidad de veces, me doy cuenta que concentro la mirada en la meta u objetivo y es así que descuido el camino.

En la semana leí un artículo sobre el proceso creativo al escribir, el autor proporcionaba una fórmula para desarrollar un texto. Aunque dedicaba un párrafo brindando detalle sobre cada una de los puntos de ésta fórmula me limitaré a señalarlos. Son los siguientes:

1) Preparar la tierra
2) Sembrar
3) Dar el cuidado necesario para que madure
4) Cosechar

Según el autor lo anterior aplica a cualquier escrito. Parece obvio ¿no es así? No siempre lo es. Cuando queremos algo lo primero que viene a la mente o deseamos es cosechar, siendo que esto será el resultado de llevar a buen puerto las etapas anteriores. Después de reflexionarlo para ponerlo en práctica me doy cuenta que es aplicable a cualquier ilustración, actividad, disciplina o relación, sin ir más lejos, para todo lo que contiene la vida misma.

He pasado tanto tiempo preocupado por la meta y por los objetivos que debo reconocer que no he puesto el suficiente empeño o he ignorado por completo alguna(s) de esas etapas sin darme cuenta que es en ellas en dónde se encuentra el goce y lo que en verdad hace valiosas las cosas. Es el miedo al fracaso, a no cosechar u obtener un mal fruto lo que distrae mi atención del resto de las etapas. Mi temor no está en el inicio de las cosas, está en su fin.

Es difícil desprenderse de viejos hábitos, sean buenos o malos suelen ser los que tienen raíces más sólidas, pero es posible. Me dispongo a preparar la tierra, a renunciar al miedo y disfrutar el camino, a alimentar mi mente, a llamarle a ella.

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