La entrada tenía algunas semanas guardada como borrador. Consiste en tres fotografías que tomé sin moverme de lugar, apuntando hacia el mismo sitio pero con una pequeña gran diferencia.

Consideré publicar sólo una de las fotografías pero lo haré como lo pensé al momento de tomarlas. El título original era "El horizonte y mis ojos". Decidí quedarme con "Mi horizonte", el último de los tres.






A mi muerte me van a hacer falta...




Hace treinta minutos tenía treinta minutos más de vida. Y tú también.



Procura olvidar esta entrada y disfruta el ahora.



En un inicio lo intentaron disfrazar como un nuevo tipo de influenza, suspendieron clases, cerraron negocios, paralizaron la ciudad. Sin embargo se esparció de tal forma que en unas semanas no pudieron ocultarlo más, estaba ahí afuera a la vista de todos.

La siguiente etapa fue terrible y de gran confusión. Lo politizaron y comenzaron a justificar su desgobierno con dicho evento. A la clase política le vino bien, muchos lo manejaron de forma retroactiva para ocultar corrupción, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y su torpeza en la toma de decisiones.

Durante su sexenio, Felipe Calderón atribuyó un buen porcentaje de los más de 70,000 muertos en "la guerra contra el narco" a los zombies, especialmente los cuerpos decapitados y aquellos que terminaban irreconocibles diluidos en tambos con ácido. Para mala suerte del gobierno federal los zombies no usaban armas, de lo contrario hubieran conseguido maquillar aún más estas cifras.

Los gobiernos de los estados hicieron lo propio. En un hecho sin precedentes el titular de la Secretaría de Seguridad Pública de Tamaulipas, Antonio Garza, adjudicó la responsabilidad por la fuga de 89 reos del penal de Reynosa a los muertos vivientes. En la capital del país el jefe de gobierno Marcelo Ebrard atribuyó en lo consecuente todas las marchas que paralizaban la ciudad a las hordas de muertos vivientes. Sin importar si eran los sindicalizados del SME, maestros o campesinos, a todos los hizo pasar por zombies sin pensar que en un futuro cercano la mayoría lo sería.

En el Estado de México el entonces gobernador Enrique Peña Nieto (quien fuera el último presidente que tuvieron los Estados Unidos Mexicanos) utilizó a estas criaturas en el mayor escándalo mediático al que se enfrentó y que lo sepultó de forma temporal ante la opinión pública: la misteriosa desaparición y asesinato de una niña de 4 años. De no haber sido por la oportuna aparición de los zombies y el manejo que Televisa dio a los mismos, posiblemente no habría conseguido sacudirse el lastre del caso Paulette y así habitar Los Pinos, ocupar la silla presidencial. Al ver los resultados aprovechó la exitosa fórmula para callar los rumores que lo responsabilizaban sobre la muerte de su anterior esposa (o ex-esposa).

A los zombies también se les responsabilizó por el incendio de la guardería ABC, fallidos intentos de rescate en decenas de secuestros y, sin ir más lejos, basta decir que la Federación Mexicana de Futbol adjudicó los malos resultados y la eliminación de la selección Nacional en el mundial de Brasil a los no muertos (o no vivos, como sea).

La población hizo lo propio, se tomaron libertades que iban desde el saqueo de centros comerciales hasta realizar linchamientos en sitios públicos para después argumentar que el delincuente (y con seguridad uno que otro inocente) era un muerto viviente. Ante la nueva y desconocida amenaza la autoridad no tenía forma de rebatir dichos argumentos. Para variar no supieron reaccionar.

Pero este descontrol sería temporal. El sistema no tardaría en terminar de colapsarse y así, eliminado el espejísmo de la civilidad, regresar al orden natural, el de la supervivencia. Dejamos de hablar de derecha o izquierda que a final de cuentas son la misma mierda. Dejamos de pronunciar sus nombres, de pensar en alzas imposibles que hacían posibles y absurdos impuestos que sólo servían para mantener su lujoso nivel de vida. Durante décadas la historia de nuestro pueblo se llenó de dolor, de discriminación y de atropellos. Nuestro sistema de justicia al servicio de quien lo pudiera pagar. Nuestra tierra consumida en recursos y espíritu. Sin importar si era de día o de noche vivímos en completa oscuridad. La dictadura perfecta que en sus últimos años quisieron disfrazar de alternancia había terminado.

Mirando en retrospectiva sin duda es lo mejor que le pudo haber ocurrido a este país. Por vez primera, después de 200 años, supimos lo que en verdad era ser independientes. Fue así que gracias a los zombies se terminó la epidemia.

Hoy podemos empezar de nuevo.





Crecí entre libros. Las historietas fueron parte importante de mi formación. Despertaron la afición por la lectura y provocaron que mi mente divagara buena parte del tiempo en mundos fantásticos, característica que aún conservo.

En el colegio solía privarme de comer a la hora del recreo para usar el dinero destinado al almuerzo en el comic de Batman. Cuando mi madre preguntaba por lo que había comido respondía religiosamente: un sandwich, una dona y un Boing. Eso nos dejaba tranquilos a los dos.

Siempre me sentí atraído hacia el oscuro personaje (me refiero a Batman, no a mi madre). Mientras los compañeros soñaban con volar yo imaginaba contemplar la ciudad desde el edificio más alto. Por supuesto que pensé en aprender artes marciales y hacerme de equipo propio de las películas de ciencia ficción para que me sirviera en mi guerra contra el crimen. Qué duro sería crecer.



Mis gustos se fueron diversificando pero la predilección por personajes oscuros no cambió. Comencé a leer Daredevil y Punisher. Imitando al primo Samuel tapicé las paredes de la habitación con comics. Samuel era un gigante de gran talento para dibujar. Años después me regalaría su colección de comics, no lo sabía pero me había convertido en coleccionista.

A las habituales lecturas de superhéroes de DC Comics y Marvel se sumaron Archie, la familia Burrón, Garfield, Mafalda, Memín, Video Risa e incluso uno que otro sensacional (Sensacional de Luchas, Libro Vaquero). Todos serían pasajeros, no así un personaje creado en 1932 por Robert E. Howard llamado Conan el Cimerio.

No me había percatado de la existencia del comic debido a que era publicado en blanco y negro. Mi mente infantil se sentía atraida por los dibujos y los colores pero eso cambiaría en cuanto lo tuve en mis manos. Me encerré en la habitación y comencé la lectura. En las primeras páginas y en una secuencia explícita Conan el Cimerio en un movimiento cortaba la mano de un hombre y, acto seguido, rebanaba su yugular. Mientras el mercenario agoniza en los dos siguientes páneles Conan despacharía a otros dos ladrones. "¿Es un comic?" pensé al mirar esa mano cercenada volando aferrada a una espada y en el cuadro contiguo el mismo hombre usando su única mano para intentar contener la sangre que brotaba del cuello mientras se le escapaba la vida. Volteaba a la puerta constantemente temiendo ser sorprendido por mi madre con esa lectura tan adecuada para un niño de 9 años. La leyenda "Para su venta a mayores de 18 años" sólo lo hacía más atractivo.



El rojo de la sangre era representado por un dramático negro al ser impreso a una tinta. En esas páginas conocí un mundo que me sedujo: cofradías de ladrones, mercenarios, hechiceros y mujeres voluptuosas vistiendo breves telas que poco dejaban a la imaginación. Descubrí un mundo salvaje y cruel diferente a los motivos heroicos de los personajes en mallas. A diferencia de otros títulos este era sobre el espíritu de supervivencia del hombre.

No tardé mucho en conocer de autores. Buscaba títulos escritos por Roy Thomas y Alan Moore. Igual sucedió con los dibujantes e incluso ponía atención en los artistas responsables de las tintas (recuerdo con especial aprecio a Ernie Chan, virtuoso para los ashurados). Años después el limitado catálogo de títulos en español me haría buscar material de importación, fue así que aprendí inglés (juegos de rol y juegos de video también ayudaron).

Por lo raro que resultaban dichos materiales importados tenía especial atención en su cuidado. Compré micas a la medida para guardarlos y conservarlos en perfecto estado. En esa etapa tuve las dos caras de la moneda en cuanto al cuidado de mis cosas. Por un lado comics clavados en la pared, perforados por la parte superior para fijarlos al muro, con las orillas dobladas y algunos deshojándose por el maltrato sufrido cada vez que decidía leerlos de nuevo. Por el otro los comics importados con mejor calidad de papel, protegidos por micas y guardados en cajas. Desarrollaba sin saberlo una neurosis que me acompañaría durante algunos años y que se extendería a otras cosas (huellas digitales en materiales impresos, guardar los discos en su celofán, etc.), afortunadamente esas manías quedaron atrás.

Perdí contacto con los comics por algún tiempo, pero a los 15 años un compañero de clase me mostró la novela gráfica que me haría regresar a ellos. "Arkaham Asylum" de Grant Morrison. Aunque fue publicada en 1989 la leería 5 años después. El arte de Dave McKean muy acorde al motivo de la novela. Trazos violentos y desequilibrados acompañan una historia en donde el tema central es la locura, pero no sólo la de los villanos, también la del mismo héroe.



"The Dark Knight Returns", "Sin City" y "300" de Frank Miller, "Watchmen", "The killing joke" y "V from Vendetta" de Alan Moore. Mi librería se diversificaba y junto con ella la temática de lectura. Años después dejé casi por completo los motivos de superhéroes a cambio del barbarismo (Conan, Kull y Solomon Kane de Robert E. Howard), muertos vivientes en la serie "The Walking Dead" de Robert Kirkman y una que otra publicación aislada como "Pride of Baghdad" de Brian K. Vaughan, novela basada en hechos reales que tuvieron lugar en abril de 2003, narra la historia de una manada de leones que escapa del zoológico de Baghdad tras un bombardeo del ejército estadounidense a la ciudad, sin embargo aborda un tema mucho más profundo, la libertad de espíritu.




Hay gran controversia en torno al medio. Desde el uso del término cómic, historieta o tira cómica; hasta sobre si debe o no ser considerado arte. Estudiosos de la materia le llaman arte secuencial, narrativa gráfica, etc. De momento no pretendo comentar en este respecto, pero sin mucho detalle es así que he vivido una de mis principales aficiones. Han tenido una gran influencia en mí y en la persona que soy. Mucho tienen que ver en mi gusto por el arte, los motivos fantásticos, la ficción, el horror, la mitología y la historia, etc. Podría escribir un tratado sobre títulos como "Conan", "The Walking Dead" y cierto material (no todo) de "Batman", "Daredevil" o "Wonder Woman" pero no les haría justicia. Espero tener oportunidad de abordar algunos con mayor detalle, pero eso es material para otra entrada.





¿Y si de repente el pan de muerto en verdad fuera de muerto?

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