Su fisonomía era agria, sus vivencias con las mujeres, la traición y el desencanto de algunas amistades habían endurecido su rostro. Era difícil verle sonreír.

Las celebraciones del día de muertos lo habían puesto de un humor especial, desde su balcón miraba a la calle casi desierta, aunque se escuchaba el ruido de los vecinos que apenas comenzaban la fiesta. Esa noche se dedicó a ver películas de terror hasta quedarse dormido en el sillón. Despertó a las 4 am y en la televisión ya repetían la película que veía horas antes. Se levantó en automático, casi sin darse cuenta, aún entre sueños apagó la televisión y la lámpara de sala, en completa oscuridad se dirigió a su habitación, se quitó los lentes y no supo más de si.

El día siguiente transcurrió como la mayoría de los sábados, realizando tareas durante la mañana desde muy temprano y encerrándose en la tarde buscando cualquier actividad que lo distrajera de su soledad. En el mejor caso conseguía hacerlo con algún partido o con alguna película "dominguera" -como llamaba a las películas que no tenían mayor pretensión que la de hacerle pasar dos horas de su vida- pero en el peor su pensamiento le jugaba malas pasadas. En ocasiones encontraba algún motivo que lo hiciera profundizar en la situación que vivía desde hacía años. El reciente descubrimiento de las redes sociales no le ayudaba, mientras más gente le rodeaba más solo se sentía. A cada nueva relación una nueva decepción.

Encendió su computadora y pudo ver lo bien que la habían pasado gran parte de sus conocidos, como en una conspiración habían subido las fotografías, se aseguraron de mostrar sus disfraces y enseñarle cuánto habían tomado mientras a él lo vencía el sueño en el sillón de su sala.

"Que poca madre" pensó al ver las fotos de uno de ellos que el día anterior le había contestado con una negativa cuándo le preguntó si tenía algún plan para la noche.

Dejando la computadora encendida salió a su balcón para despejarse, descubrió entonces una de las lunas más hermosas que había visto, era un círculo perfecto y no había una sola nube que le impidiera admirarla, esa noche se encontraba más cerca de lo que solía estar, estiró su mano como para alcanzarla.

Su mente empezó a divagar, ¿que sucedería si repentinamente falleciera?, pensaba si le ocurriría el fenómeno Selena o Colosio. ¿Que sucedería? ¿quiénes asistirían a su funeral? Empezó a jugar con esta idea de distintas formas, mentalmente hizo una lista de las personas que creía estarían ahí, luego de las que no, e insatisfecho se dio a la tarea de discriminar a las personas que estarían pero no deberían, y de las que no estarían pero desearía que estuvieran ahí. Pensó en que al morir le gustaría ser velado en su casa, no quería hipocresías de un montón de gente en Gayosso sin saber siquiera quién había sido, a que temía o a quien amaba. Sintió pena por sus seres queridos a quienes lastimaría con su partida. Regresó a la computadora y como en automático actualizo las páginas para ver si alguien había dejado algún comentario o si había tenido respuesta en el chat dónde minutos antes había dejado un saludo a todos y a ninguno. En ninguno de los dos había respuesta.

Estaba cansado de vivir sujeto a una promesa, cansado de escuchar que la esperanza muere al último, no, la esperanza se muere antes que la vida misma. La idea de quitarse la vida coqueteaba con él cada vez con mayor fuerza.

El reproductor de música tocó de manera aleatoria "A whiter shade of pale" con Annie Lennox. La voz de Lennox le provocó un profundo deseo de mirar nuevamente la luna, subió el volumen a máxima potencia para que se escuchara afuera y que así la música lo acompañara en ese momento, la hizo parte del soundtrack de su vida. Salió al balcón y se dedicó a admirarla, se tomó varios minutos para hacerlo, para disfrutar del fresco de esa fría noche de Noviembre. La melodía y la luna hacían una pareja perfecta. No pensó en otra cosa hasta que se escucharon los últimos acordes de la canción. Seguía sin estar seguro, pero estaba agotado de considerarlo, no tenía energías para profundizar en lo que haría. Pensó que sería una forma de dar una lección a los que lo habían lastimado, -"que se chinguen"- pensó mientras asomaba para comprobar la altura.

Su fisonomía era agria, sus vivencias con las mujeres, la traición y el desencanto de algunas amistades habían endurecido su rostro, pero el pensar en lo que sucedería, si al tiempo descubría a quién o quienes le importaba, quién o quienes le procurarían cuando no estuviera, la sola idea le dejó una sonrisa perpetua. Después de todo siempre podría visitarlos cada 2 de Noviembre.


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