No era la primera vez que la veía pero si la primera en que la miró con otros ojos. Había encontrado en ella algo que no había visto en ningún otro ser, le pareció parte de un sueño, su sonrisa y ese brillo en los ojos que irradiaban una frescura que la apartaba del resto.

Se desplazaba por la alameda llevando una bolsa de mano, curioseaba en cada puesto y su carácter contagiaba a todo aquel con quien hablaba. Él la miraba atento, la seguía a distancia, la vio tomar unas manzanas, examinarlas y meterlas en la bolsa de mano, pagó con una amplia sonrisa y agradeció sincera al comerciante quien había renunciado a su parca expresión al atenderla, el hombre mantuvo la sonrisa con el siguiente cliente. Ella estuvo una hora más en la plaza para satisfacer su vanidad de mujer, se probó toda clase de ornamentas al cuello, en sus brazos y muñecas, collares, pulseras, brazaletes. Se veía hermosa con cualquiera.

A la distancia y procurando no ser descubierto puso especial atención en cada uno de los objetos que llamaban la atención de la joven. Le sorprendió ver que al final no se llevara ninguno. Sin pensarlo la siguió cuando abandonó el mercado, estaba como en un trance. Algunas personas se percataron de su paso por el mercado, pero nadie reparó en que en estaba siguiendo a la muchacha.

La siguió por la calle empedrada, ella mantenía su sonrisa aún cuando nadie la veía, al menos eso creía. Su frescura ante la vida se reflejaba en su caminar, la falda seguía el movimiento de sus caderas como en una danza involuntaria. Tuvo cuidado en no acercarse demasiado para no ser descubierto, estaba decidido a averiguar donde vivía.

A pesar de la cautela con la que se desplazaba no podía evitar el sonido de las hojas secas a su paso, intentando disimular silbó con suavidad, le pareció verla sonreír al escucharlo. Puso mayor distancia de por medio, se mantuvo tan alejado como le fue posible. Sentía un nudo cada vez que doblaba la esquina por temor a perderla, entonces apuraba el paso temiendo no encontrarla en la siguiente vuelta. No entendía cómo es que una criatura como ella podía estar sola. Después de unos minutos ella se detuvo frente a un robusto portón de madera, sin parpadear comprobó que era su casa cuando abrió la puerta ella misma. La vio entrar y sintió el impulso de correr detrás de ella, se dirigió al portón pero antes de que pudiera hacer algo la pesada puerta de madera se cerró dejándo una sensación de vacío. Valentonado al no tenerla enfrente se acercó y de manera tímida golpeó la puerta, se mantuvo unos segundos en ese sitio, golpeó con mayor fuerza y al no obtener respuesta insistió en las ventanas. La buscó detrás de las cortinas, se maldijo por no atreverse a abordarla cuando pudo hacerlo y blasfemando a un ser superior se retiró golpeando todo lo que cruzara su camino.

Molesto consigo mismo pasó el resto de la tarde a la orilla del mar, se paseó por la playa jugando con la fina arena, recogía cosas que encontraba tiradas buscando distraerse, las arrastraba algunos metros. Acudió a su amigo el mar buscando consejo, éste le escuchó todo lo necesario, a pesar de no recibir una respuesta concreta obtenía justo lo que necesitaba, consuelo y ser escuchado por alguien. Horas más tarde se dirigió a los acantilados, disfrutaba ese momento, era un espacio en el que podía estar solo, era ahí donde a través de los años había reflexionado sobre una infinidad de temas. El mar y la arena hicieron lo propio, fueron apacigüando su ánimo. Junto con la luz del día su pesar fue desapareciendo de manera paulatina, solo pensaba en ella, en verla de nuevo. Al marcharse el Sol le escuchó y reconfortó la Luna, se quedó con ella hasta pasada la media noche, fue entonces que lo tuvo muy claro.

Se armó de valor y regresó a las calles dispuesto a verla de nuevo, recorrió la ciudad sin suerte, silbando para distraerse. Se perdió cerca de una hora hasta que decidió volver a la plaza y partir de cero intentando recordar la ruta, recordar casas, postes, esquinas donde hizo pausas para no ser descubierto, pero en su memoria solo estaba el vaivén de su vestido al caminar, sus caderas sin poder disimular su feminidad, su fina cintura, su delicada espalda y sus pantorrillas que sugerían el camino a la gloria. Finalmente dobló la esquina y descubrió el mismo portón en el que la vio desaparecer horas atrás.

Se acercó en silencio y se plantó frente a la puerta, se tomó un par de minutos sin saber que hacer, cerró sus ojos, se sintió un adolescente. Sin demorarse más rodeó la casa buscando un acceso, se asomó en cada ventana sin suerte, este inconveniente solo reforzó su decisión de visitarla esa noche. Dio una vuelta más a la casa hasta descubrir aquel balcón, se concentró en las cortinas y al comprobar el movimiento de las mismas descubrió la ventana estaba abierta. Subió tomando todas las precauciones para no alertar a nadie, como un ladrón ingresó a la habitación y con la Luna como cómplice descubrió la delicada figura de la joven bajo las sábanas.

Sonrió al encontrarla en un plácido y profundo sueño, se acercó a la cama y se dedicó a observarla sin prisas, era lo más bello que la naturaleza le había mostrado. Al verla con detenimiento se sintió parte de ella apreciando el movimiento suave del pecho al respirar, reflexionaba en su bondad e inocencia al comprobar su descanso tranquilo, descubría armonía y congruencia en toda ella. Se sintió culpable por estar ahí, pensó en retirarse por la misma ventana por la que entró, pero la sola idea de alejarse le provocó una sensación de vacío.

Se inclinó sobre ella y acarició su cabello con timidez, un mechón cayó sobre el rostro, con prontitud buscó acomodarlo con otra caricia, le pareció verla mover los ojos como a punto de abandonar su letargo, dudó si debía continuar. La escuchó emitir un débil gemido al acariciar su cabello, lo acomodó sobre la oreja y los párpados se abrieron para dar paso al brillo de sus ojos, fue ahí que quedó prendado de ella para siempre.

Sin abandonar del todo su sueño, se sintió extrañada por esa repentina caricia, abrió los ojos por completo, permaneció boca arriba, sujetando con ambas manos la sábana sobre el pecho. Él sonrió y sepultando cualquier inhibición dejó su cabello para alcanzar su cuello, se subió a la cama y la cubrió toda de besos. La joven permaneció quieta, lo sentía en el cuello rodeando hasta alcanzar la nuca, un ligero hormigueo se convirtió en escalofrío, recorrió los brazos con caricias que se extendieron hasta los pechos. La piel se erizó y sin darse cuenta e ignorando el frío de la madrugada bajó las sábanas descubriéndose toda.

No podía entender lo que ocurría, seducida arqueó la espalda en un impulso violento. Llevó las manos a su propio cuello, acariciándose con la punta de los dedos, bajó despacio haciendo una escala en sus pechos, dibujaba mapas en la piel indicando el lugar preciso donde deseaba las caricias. Trazó círculos que de manera paulatina se redujeron en tamaño hasta concentrarse en sus pezones, al sentirlos y comprobarlos erectos las manos continuaron su camino descendente hacia el vientre, apenas se tocaba con los dedos pero cada roce iba cargado de electricidad.

Él obedecía y seguía las instrucciones, disfrutaba el verla entregándose, si no a él cuando menos al placer. No pudo contenerse cuando ella separó las piernas ayudándose con las manos. Abandonó su cuello para colocarse al pie de la cama, comenzó a besarla entre las piernas, a los besos se sumaron caricias furtivas en la cadera que continuaban en sus turgentes senos, los besos aumentaron en intensidad. Ella se valía de las piernas para indicar la pauta, apretaba un poco para retenerlo, para prolongar un beso o una caricia, se ayudaba con los pies para elevar la cadera y alternar ligeramente la orientación del cuerpo. Los tiempos y los silencios de su respiración formaron un extraño binomio que no dependía solo de ella.

Renunció a su entrepierna a cambio de la promesa de los labios, sin darle tiempo a reaccionar subió conociendo el ombligo, abdomen y pecho, soplando sobre los labios le hizo sentir una brisa refrescante que anticipaba sus besos. Ella llevó las manos a la cabecera de la cama y cerró los ojos al momento en el que sus labios se fundieron con los de él. Se sintió rebasada por las sensaciones, todo el cuerpo cubierto por una sola caricia que la cubría desde los pies hasta los hombros, le correspondió con un beso impreso con la misma pasión con la que se comportaba ese extraño. Disfrutaba la forma en que jugaba con el cabello, lo enredaba, lo revolvía, soplaba en el cuello jugueteando.

Con las manos en alto se giró hasta quedar recostada de lado, sintió las manos del visitante sobre su piel desnuda, una de ellas fue de la cadera a las piernas, la otra alcanzó un seno para después dirigirse a su bajo vientre, no se detuvo hasta sentir su humedad. De manera súbita y sin preguntar ambas manos se aferraron a la cadera, la atrajo hacia él para iniciar un vaivén que los convirtió en uno. Su mano izquierda soltó la cabecera para ir a su entrepierna, los besos se veían interrumpidos de vez en vez por esas oleadas de placer que aumentaban en intensidad, los silencios fueron desapareciendo dando paso a su respiración agitada y a sus gemidos.

Fracasaron sus esfuerzos por ser discreta, hizo un último intento por reprimir esas sensaciones que la delataban pero se dio por vencida y se abandonó a cualquier gesto o expresión que demandara su cuerpo.

El visitante se sintió en el cielo al sentirla y escucharla estallar, vio sus ojos cerrados y su boca entreabierta, cada parte del cuerpo se tensó en ese preciso instante y así se mantuvo por unos momentos hasta relajarse por completo abandonándose al terminar esa tormenta de sensaciones. Se mantuvo junto a ella por algunos minutos, descansando, disfrutando juntos del momento.

Bajó de la cama para admirarla una vez más antes de marcharse, pudo verla agotada, perlas de sudor en la piel, en el rostro confusión, no entendía que había sucedido pero conservaba la calma con la que se encontraba cuando él entró por la ventana, ahora coronada por una sonrisa de placer.

A punto de retirarse algo lo motivó a regresar, la abrazó hasta devolverla a un profundo sueño, así transcurrió la noche. La colmó de caricias hasta que el cielo cambió a tonalidades naranjas. Sabiendo que dentro de poco amanecería se puso en pie y se dirigió a la ventana, las cortinas se movieron a su paso, volteó para admirarla una vez más.

El viento sonrió, dejó la ventana abierta y prometió volver.


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Comments (5)

Fernanda dijo...

me encanta! cuánto dices entre líneas de cada uno de tus personajes, de él, de ella, de ti...la manera en que él la mira, la manera en que ella se desenvuelve y la forma en que se fijó en ella, su carácter, la pasión de su encuentro, gracias! te deseo lo mejor para este 2010, que conserves ese espíritu y esa sensibilidad y que los sigas explorando, un beso

blueberry dijo...

que tal? lo se, lo se solo ayer regrese al mundo real y mis labores cotidianas. Me puse al corriente y hoy quise darme el tiempo de leerte. Que gusto poder leerte nuevamente! El relato te quedo mejor que como lo habia leido anteriormente!!! Muchas felicidades no dejes de escribir.

Llanero posmoderno dijo...

José Francisco, te felicito mucho por tu excelente narrativa. En esto de los blogs me veré precisado a solicitar tu ayuda y tu asesoría, porque la verdad todavía no le entiendo muy bien. Por eso "El Llanero posmoderno" descansó más de un año. Saludos cordiales, y ojalá estemos frecuentándonos por estos medios. Saludos.

Vincent dijo...

Fernanda:
Muchas gracias por leerme. La sensibilidad que percibes en mi solo es posible por la que hay en ti. Un abrazo!

Aline:
Mucho tienes que ver con este relato, gracias y no desaparezcas. No olvides dejar abierta la ventana. Besos!

Miguel:
Que bueno que lo disfrutes. Te agradezco también el espacio que me has brindado en tu red. En cuanto al blog cuenta con el apoyo para cualquier cosa que requieras y seguimos en contacto. Un abrazo!

Lilith Lalin dijo...

Me encanto, no sabes quién es el personaje hasta el final. Ese tipo de giros son muy buenos. Me gustan mucho las historias con elementos fantásticos y la narrativa muy buena =)

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