No era la primera vez que salía a tomar algo con Álvaro, en ocasiones después de algunas copas salían temas de índole personal, aunque por lo general terminábamos hablando de lo mismo, de los problemas en el trabajo, de cuántas semanas quedarían antes de que nos corrieran, de lo jodido que estaba la situación para la empresa este año y de la estúpida reestructuración de las áreas en la empresa.

La diferencia de esa noche a tantas otras, es que por motivos de trabajo nos encontrábamos lejos de casa, llegué a Guadalajara poco antes del medio día, una ciudad muy especial para mi, desde la prepa tuve un interés que rayaba en lo obsesivo con esa ciudad, por absurdo que parezca algo tuvo que ver un torneo de futbol, en donde un equipo local de dicha ciudad tuvo una actuación destacada en la liga, fue entonces que decidí convertirme en la oveja negra de la familia al seleccionar mi propio equipo. Al seguir al Atlas de Guadalajara conocí un poco más la ciudad, me pareció perfecta pues tiene todas las bondades del D.F. pero sin tanto problema, y otro factor importante, no he visto mujeres más bellas que las de la perla tapatía, aunque no conocía a casi nadie de allá excepto a la esposa de un amigo, muy guapa por cierto.

Decidimos buscar un lugar para tomar unos tragos, caminamos bastante sin saber a dónde dirigirnos, terminamos en una avenida donde la ciudad tenía algo de vida nocturna. Después de una hora, quizá más por cansancio que por convicción, nos decidimos por un lugar. En ese momento pensamos que no fue el mejor día para salir, era media semana, no había mucha gente en las calles y yo seguía esperando encontrar a esas mujeres hermosas de Guadalajara, si bien no la que había construido en mi mente, al menos alguien que se acercara a rasgos que para mi tenían importancia en lo que buscaba en una mujer, no pedía nada fuera de lo común, no buscaba una superestrella o una modelo de revista, pero sí una chica morena, atractiva de cara y de buen trasero, aunque era un atributo que estaba dispuesto a pasar por alto si el todo lo ameritaba.

Al parecer no era mi noche, aunque la música era buena casi todas las mesas estaban vacías y en las pocas en las que veía gente no encontraba muchas mujeres, aunque de inmediato jaló mi atención una mesa con dos chicas que para nuestra mala suerte estaban acompañadas, al fondo del lugar pude ver a otra chica, pero estaba oscuro y la distancia era considerable, no pude ver si estaba con alguien o si valía la pena abordarla.

Como si fuera un ritual hicimos lo mismo que en nuestras habituales salidas en el DF, revisamos sobre cuánto andaban los precios, después de ese primer filtro pedimos algo, y nos quedamos unos minutos en silencio como lobos buscando a una presa. Comenzamos a platicar de lo mismo de siempre.

Un poco desesperado por desaprovechar esa noche y el estar de viaje en otra ciudad, me paré para ir al baño, aunque en realidad lo que quería era recorrer el lugar y ver si algo había escapado a ese primer vistazo cuando llegamos y de paso ver con mayor atención a alguna de las chicas en las que me fijé cuando entré. Para mi buena fortuna al acercarme a la mesa de las chicas que estaban acompañadas descubro que ahora estaban solas, creí que solo las chicas iban juntas al baño, al pasar junto a ellas y sin pensarlo le sonreí a una, a la morena para ser preciso, su amiga era rubia, y aunque hay sus excepciones siempre he tenido debilidad por las de cabello oscuro. No solo me devolvió la sonrisa, sino que a pesar del ruido la escuché decir “hola ¿como te va?”, al menos eso fue lo que entendí, me lo dijo como si me conociera de mucho tiempo. Debo reconocer que me tomó por sorpresa pero reaccioné con mucha naturalidad, “¿qué onda como están?” les contesté también como si las conociera de tiempo atrás, a la vez que tomando a la morena del hombro le dí un beso en la mejilla, me crucé para saludar a su amiga de la misma forma, intercambiamos algunas palabras, no recuerdo con exactitud que comentamos pues estaba más preocupado que las personas con las que estaban quisieran romperme la madre cuando regresaran si me sorprendían en su mesa con ellas, así que para evitar un problema, pero sin cerrar las puertas a conocer a esa mujer me presente con ellas a la vez que les extendí la mano como presentándome, sin importarme que ya las había saludado de beso antes, no recuerdo el nombre de su amiga, pero en mi mente se quedo como una fotografía su sonrisa a la vez que me decía “Luna”. Le dije que la vería al rato y me dirigí al baño para hacerme pendejo, al momento que entraba los otros dos tipos salían. Regresé a mi mesa y pasé nuevamente junto a ellas, apenas le sonreí como cortesía y no me detuve a ver la reacción de los que la acompañaban, ella me devolvió la sonrisa.

No hay mucho que contar sobre la conversación con Álvaro, pedimos otras dos rondas y con desgano ya nos disponíamos a regresar al hotel. Molesto por el “fracaso” de esa noche apuré mi bebida y pregunté si pediría algo más o cerrábamos la cuenta. Al levantar la cabeza para buscar al mesero sentí un nudo en el estómago cuando al voltear pude ver a Luna bailando a unos metros de nuestra mesa, se veía hermosa, sus movimientos eran sensuales, pero había un dejo de tristeza en ella, ¿o esa impresión se debía a la canción?

Como en un trance me quede mirando, todo se redujo a tres actores en ese momento, la música, ella y yo. Todo lo demás desapareció, juró que bailaba para mi, su cuerpo y sus ojos me lo decían, todos mis sentidos estaban pendientes de ella y aunque sus labios no se separaban parecía susurrarme secretos al oído, para mi fortuna Álvaro no rompió ese momento, o si lo hizo no lo noté, ella tenía toda mi atención. Me permitió admirar su cuerpo, pero estaba más pendiente de sus gestos y de sus miradas que de cualquier otro de sus atributos. A una canción la siguió otra, me tenía en un trance, sus movimientos eran felinos, sus ojos me retaban, en esa mirada se entregaba, el todo me seducía. En cuanto me fue posible le invité una copa, Álvaro hizo lo propio con la rubia y tuvimos oportunidad de platicar los cuatro sobre cualquier cantidad de temas insulsos, les dijimos de dónde veníamos y no parecieron tomarlo mal pese a la reputación de los ”chilangos”, ambas fueron muy agradables, y aunque tenía un especial interés en Luna encontré a su amiga muy simpática y agradable, de vez en vez se sonreía al ver los avances entre Luna y yo.

Aunque apenas teníamos unos minutos juntos, la plática sirvió para conocernos un poco, Luna me contó de dónde es originaria, de sus actividades diarias, la música que le gusta, aficiones y demás, yo estaba prendado, ella coqueteaba y permitía que jugara mi papel de macho, por supuesto, hasta donde ella quería. Pude sentir sus piernas cerca de las mías, le pasaba un brazo encima, la jalaba hacia mi y ella se dejaba hacer. Luna jugaba a lo mismo, colocaba su mano en mi pierna, hurgaba en mi camisa y sentía sus caricias en mi pecho, aprovechaba cualquier comentario simpático para acariciar mi cuello, me gustaba verla reír. Me platicaba de cualquier tema como si de un secreto se tratara, su aliento se sentía bien, su respiración en mi oído. Después de algunos minutos esos roces casuales se convirtieron en caricias. En un par de ocasiones y sin planearlo nuestros labios se alcanzaron, fue breve pero lleno de magia, se sentía bien, el roce de sus labios se volvió un elemento más de esa noche, igual que la débil luz del lugar o el alcohol alterando nuestros sentidos.

Pero como muchas de las cosas buenas eso no estaba destinado a durar. De un momento a otro la sentí ausente, ella apuró su bebida mientras yo lo tomaba con calma, intentaba prolongar el momento. Tomó su bolso de mano y sin decir más nada se puso de pie, se despidió diciendo que esperaba verme pronto. Su amiga parecía estar igual de sorprendida que yo, al reaccionar le pedí su número, le dije que quería verla de nuevo. De manera elegante evadió mi petición con ese arte que tienen las mujeres para mandarnos a la chingada con una sonrisa. Calló cualquier argumento dándome un beso en la boca y sin más se marchó.

Su amiga se quedo un momento más con nosotros, me acerqué para preguntar que sucedía, me dijo que estaba igual de confundida que yo, que pensaba que había una química muy especial entre nosotros, que no la había visto así antes, intentaba decir algo como para disculparse por ella. Me di cuenta que nada tenía sentido. Al buscar a Luna la encontré con alguien más.

¿En qué estaba pensando? Ella vive en Guadalajara, ¿pensaba ir a verla cada fin de semana? ¿llevar una relación por msn? No seas pendejo…¿por qué me suceden esas cosas? ¿por qué una mujer me sonríe y me tiene a sus pies? ¿por qué veo raíces donde no las hay?

Mientras pagaba la cuenta intenté convencerme de que así tenía que ser, que podía darme por satisfecho con lo ocurrido esa noche y que nadie podía quitarme esa experiencia. Aun con este pensamiento no podía evitar sentirme frustrado, tomé mi chamarra, dejé la propina y salí del lugar. Álvaro tuvo que apurarse para darme alcancé, ni siquiera lo consulté para irnos.

Todo mi cuerpo tenía recuerdos de ella. La sonrisa de Luna al pasar junto a ella, las imágenes grabadas en mi mente al verla bailar, el descubrir su anatomía, el sentir la suavidad de su piel, sus piernas junto a las mías, el roce de su cuerpo, su risa que presumía sus dientes como perlas, su aliento en mi cuello y su ronca voz en mi oído cuando se acercaba para confesarme algo. Eran recuerdos hermosos, todos excepto esa sensación de vacío que me dejó dentro. Mientras buscaba un taxi intentaba convencerme que me llevaba algo bueno de todo esto…

…al menos ya conocía un table en Guadalajara.


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Comments (3)

Juan Luis dijo...

jajaja! muy bueno! ya decía yo que lo único raro del relato era el nombre de la chava... jejeje...

Vincent dijo...

Es cierto malechón, pero aun así difícil anticiparse solamente con su nombre. Gracias por visitar!

Lilith Lalin dijo...

jajajajaja, y yo que estaba pensando que las mujeres estamos locas =P

Muy bueno. Abrazos

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