No sé cuantas personas había en el interior del auto compacto, no sé cuántas había fuera, pero la escena me recordó la fiesta en Pamplona, un grupo de jóvenes empujaba el auto intentado que diera marcha, escuchaba las carcajadas y cómo de un instante a otro se convirtieron en gritos, un estruendoso golpe y silencio.

Escuché las llantas del vehículo y las vi sacar humo, el auto hizo un trompo violento, aunque mis ojos captaron todo, no pude discernir si la persona que salió volando cuando el coche se impactó de lado contra el poste estaba en el interior del vehículo o era de los que empujaban, nadie tapó mi vista, debe haber salido proyectado a dos metros del auto, por la forma en que golpeó la banqueta y quedo inmóvil el pronóstico era tragedia, la acción de acercarme fue más por instinto que por razón.


Ese día festejamos que mi jefa dejaba la empresa, no estoy seguro si festejamos que tenía una mejor oportunidad en otro lado o siendo sinceros celebramos que se iba. Para no entorpecer compromisos personales de los asistentes se organizó esa "comida" desde muy temprano. Empezamos a las 4 de la tarde, y para las 7 de la noche todos estaban en mal estado, debo reconocer que yo había bebido demasiado, no me sentía bien, pero aun tenía el juicio para decidir detenerme. Ellos no parecían tener la misma intención, pedían una botella tras otra, por una hora les pareció chistoso tirar caballitos de tequila y de ron uno tras otro.

Ya había corrido demasiado alcohol, pude ver como ese grupo pasó por todas las etapas de una juerga. Los vi platicar sobre este nuevo proyecto para ella y para nosotros, después empezaron las anécdotas, para las 6 de la tarde ya todos reían, bailaron, a las 9 ya tres personas me habían dicho que me querían un chingo, que más que un compañero habían encontrado un amigo, bla, bla, bla. Es parecido a la frase que escuché tantas veces de niñas las que no les importaba un carajo "te quiero como amigo". Uno de ellos se quedó dormido sobre la mesa, después lo siguió otro, no sin antes vomitar ahí mismo. La última etapa que pude ver - porque estoy seguro que hubo más, pero decidí no hacerles compañía - fue cuando se calentaron los ánimos entre algunos de los presentes por cosas sin sentido, hablaban sobre lo chingón que era un jefe que corrieron meses atrás, y alguien más respondía que era un pendejo, que nadie es indispensable, etc. Sin que yo estuviera involucrado en esa discusión mi jefe me mandó a la chingada argumentando que yo pensaba igual que la persona con la que discutía. Con una broma desapareció la tensión del momento, brindamos, cambiamos de tema y minutos después aproveché para irme. Eran las 11 de la noche cuando llegué a casa.


Me sentía mal como para ir directo a la cama, así que decidí matar tiempo en la computadora, revisé correos, las redes sociales, las noticias y sin darme cuenta entré en ese estado de vigilia, ese momento cuando uno se debate entre la realidad y el sueño. Por Internet un conocido me invitó a seguir la juerga en un bar, estaba por irme a dormir pero no me sentía bien para recostarme así que acepté. Me dió la dirección y quedamos de vernos allá.

Toda la tarde del viernes sirvió para llegar sin inhibiciones a ese lugar, no se si es correcto decir que me desenvolvía con mucha naturalidad, pues al natural no soy así, había una extensión de mi en ese sitio, alguien que no conocía del todo. abordé a una chica que pareció corresponderme, pasamos un buen rato juntos. Después de la media noche recibí una llamada de mi jefe, quería saber dónde estaba, "I know you want me" a todo volumen me impidió decirle que estaba en mi casa dispuesto a descansar. Una hora después estaba con nosotros.

Hacía uno que otro comentario ocasional con él, pero estaba más ocupado en esa chica que recién conocí. Algunos se fueron retirando ya en la madrugada, la chica sabiendo exactamente lo que hacía me dijo que no sabía que hacer, pues estaba lejos de casa y no sabía dónde quedarse. Le ofrecí la alternativa de pedir un taxi de sitio, o de quedarse en mi casa. Mientras se decidía cerramos la cuenta, levantaron la mesa y salimos del bar con tres botellas en mano.

Los meseros parecían agradecer que ese grupo de borrachos se fuera. Salimos del lugar un grupo de 5 personas, yo estaba molesto porque la chica en la que me había fijado hacía desfiguros con alguien más, sin música bailaba restregando su cuerpo en él. Pensé en retirar la invitación que le hice de quedarse en mi casa.

A esas alturas mi jefe estaba de lo más pesado, alardeaba, retaba, tenía ganas de pelear, yo sólo quería que se fuera, en un destello de lucidez llamó a sus amigos para que pasaran por él, era evidente que no estaba en condiciones de manejar. Unos minutos después pude ver el auto zigzagear por la calle mientras escuchaba las carcajadas, preferí subir a la banqueta pues no sabía si estos imbéciles en uno de esos "juegos" les pareciera chistoso aventar el auto hacia nosotros. Mi jefe los saludó con risas parecidas a las de ellos, uno de lo que iban abordo pidió ayuda para empujar el auto...

...gritos, un estruendoso golpe, silencio.

Me di cuenta que de todos los presentes solo uno o dos de ellos eran amigos de la persona que salió disparada del vehículo, el resto, aun cuando ocurrió justo al lado de ellos, solo guardaron silencio y parecían querer evitar la sangre. Me acerqué de inmediato, pude verlo recostado boca arriba con una pierna ligeramente alzada que había quedado sobre una valla vencida, parecía dormido, su cabeza estaba sobre la raíz de un árbol, y el pasto silvestre impedía ver si había una piedra, raíz o algo donde pudiera haberse golpeado, no encontré dónde estaba la herida, pues aunque tenía sangre en la cabeza, en el rostro y en su camisa, no se veía de dónde emanaba.

Me acerqué poniendo una rodilla al suelo, intentando evitar un daño mayor impedí con una mano el avance de alguien que pretendía acercarse, mi otra mano se dirigía hacia el accidentado, creo que toqué primero su hombro, luego su cabeza pero sin moverla, intentando más bien evaluar la situación sin saber bien cómo hacerlo. Fue entonces que el cuadro se tornó macabro, justo después de su cabeza pude ver a un segundo accidentado, sólo la cabeza. Me dejó helado, apenas pegué un vistazo intentando encontrar el cuerpo al cual hasta hace unos segundos pertenecía esa cabeza, pero no pude ver nada.

Me dirigí a dos de las personas que estaban conmigo, les grité que si habían pedido una ambulancia, la forma en que me miraban sorprendidos y sus dudas para contestar me hicieron ver que no, mi reclamo los hizo reaccionar, "¡pues pídela!" grité, asintió y lo vi sacar su teléfono celular.

Sentí alivio cuando lo vi mover la cabeza débilmente hacia mi, ¡que poco duró esa sensación! Nunca olvidaré su mirada, mezcla de confusión, sorpresa y horror, al verlo consciente me apresuré a hablarle, le dije que no se moviera, que esperara, que estuviera tranquilo, puse una mano en su pecho, apenas por encima y sin ejercer presión, no me atrevía a tocarlo con decisión pues no sabía que daño pudiera tener. Él intentó decir algo que no entendí, sentí un nudo en el estomago cuando pude ver salir de su boca pequeñas burbujas de sangre, no era la primera vez que veía eso, pero eso se los contaré en otra ocasión. También me pareció ver como se dibujó una línea horizontal de sangre en su cuello al intentar hablar, pensé que estuvo muy cerca de tener la misma suerte que la otra persona.

"No hables, tranquilo, ya viene la ambulancia". Por la forma en que me miró me pareció que pudo entenderme, hasta ese momento separó sus ojos de los míos, y su cuerpo se movió ligeramente hacia el lado opuesto del que yo estaba, parecía que buscaba una posición más cómoda, sin moverme de su lado buscaba alguien que me ayudara, pero solo encontré a las personas guardando su distancia, pero sin dejar de mirar con morbo la escena. Al regresar mi mirada a él pude verlo boca abajo, había rodado en dirección opuesta a mi, hasta casi quedar boca abajo, lo vi hacer un intento por acomodarse, y lo vi morir frente a mi.

De inmediato me puse de pie, "chingada", dije para mi a la vez que volteé, no había más que hacer. Me sentí mal conmigo pues por mi mente pasó la idea de tomar fotografías, especialmente de esa cabeza, de alguna forma me convertía en otro más de las 20 personas que se quedaron por morbo. No me pareció correcto por sus amigos, y aún así pensé en justificarme argumentando que era para cualquier situación legal que lo pudiera requerir. Mientras me debatía en este pensamiento pude ver al menos a 5 personas tomando fotos con sus celulares.

A final de cuentas no lo hice, aunque tenía la cámara digital conmigo no la saqué en ese momento. ¿Por qué no pude hacerlo? ¿No podía o no debía?

¿Que diferencia hay entre escribir estas líneas o haber tomado la fotografía? ¿entre capturar el momento en 8 megapixeles o escribir las cosas tal como las recuerdo?

Sin importar que tan despreciable puede ser esa idea que cruzó mi mente, no fui yo, fue la naturaleza humana.


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'Dos sitios para la juerga' by José Francisco Dávila is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.
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