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"Le aseguré que no estaba sola, aún sin saber nada de ella."

Nunca me ha sido fácil escribir, no lo fue cuando empecé ni ahora que lo hago con mayor frecuencia. En ocasiones tengo ideas que no consigo madurar, semillas de relatos que no germinan.

Ante mis propias limitaciones hace un año encontré una excelente alternativa en Twitter. Por las características del servicio me ha sido posible arrojar una gran cantidad de semillas. Algunas tienen su encanto por si solas, otras se han convertido en relatos y aunque existe una gran cantidad que no encontrarán eco no dejan de ser parte de mi.

Con el paso del tiempo aproveché para difundir mis textos. Comencé a seguir a personas que encontré interesantes y de igual forma algunos comenzaron a seguirme, quiero pensar que por los mismos motivos. A pesar de lo enriquecedor y valioso que ha sido arrojar esas semillas sigo con la inquietud de escribir un texto más ambicioso. He conseguido publicar relatos cortos y una que otra reflexión. Sin embargo he tenido problemas para aproximarme a la novela.

En ese proceso de autoconocimiento descubrí que me es más fácil escribir en las noches, siendo más concreto en las madrugadas. Algo flota en el ambiente, la ausencia de luz, el aire fresco de la noche y los peculiares sonidos nocturnos que no son posibles percibir en otro momento del día.

El adquirir la costumbre de dormir poco fue casi circunstancial. Es un hábito que arrastro desde los 19 años cuando trabajé como proyeccionista en un cine. Tenía el turno de cierre y pasaba las madrugadas armando y desarmando películas. Era necesario hacer una proyección de prueba para revisar el armado y evitar cualquier eventualidad. Las primeras semanas tiene su encanto. Fue una experiencia interesante el tener a mi disposición una sala de cine para 400 personas y poder ver las películas días antes de su fecha de estreno, pero como todo, acaba por perder la novedad. El peculiar horario de trabajo y el cansancio provocaron que me quedara dormido recostado a lo largo de las butacas en más de una ocasión, despertando con los créditos al finalizar la proyección. Fue un año con esa rutina pero al renunciar no conseguí regularizar el sueño.

Con el tiempo iría recortando de manera paulatina mis horas de sueño. Solía estar despierto a las 2 de la mañana aun cuando no consiguiera escribir. Pasaba el tiempo en Internet, pendiente de las actualizaciones de las personas que sigo en Twitter, revisando sitios de noticias, escuchando música o bien con la televisión encendida solo para hacer compañía. Las consecuencias no tardarían en reflejarse.

Sin darme cuenta se fue modificando mi reloj biológico, se hizo más frecuente el estar despierto en la madrugada. En un principio repercutió en mi rendimiento en el trabajo, comencé a llegar tarde, mi iniciativa en lo laboral se fue apagando hasta ser casi nula. Poco después afectó el resto de mis actividades, ausente donde fuera que estuviera. Cada vez tenía menos horas para soñar. Compensé esta carencia soñando despierto, lo cual no me era desconocido.

Los desvelos no vinieron sin sus recompensas. Conseguí escribir una serie de textos que, aunque no me dejaban plenamente satisfecho, parecían ser bien recibidos por extraños y conocidos. Día y noche me encontraba leyendo o en constante búsqueda de fuentes que me brindaran motivos y pretextos para escribir, me fue absorbiendo por completo y por supuesto, fue entonces que llegó ella.

Por las fechas en las que la conocí a mis problemas de sueño se sumaron las altas temperaturas y los mosquitos. Despertaba durante la noche intentando deshacerme de los diminutos insectos que se empeñaban en mantenerme despierto. Encendía la luz para buscarlos en el muro y el techo. No siempre tenia éxito en darles fin y cuando lo conseguía otro más sustituía al anterior.

Curiosamente esa noche pude dormir sin dificultad. Era la media noche, buena hora para mis estándares de 1:30 o 2 a.m. Justo al comenzar la hora de los espíritus, a las 3:07 de la mañana, desperté sin motivo aparente. Tomé mi teléfono móvil para ver la hora y por costumbre ingresé a mi cuenta de Twitter. Una serie de mensajes de alguien con el nombre de "laDama" llamaron poderosamente mi atención:

"Sola"
"Alguna vez dije que es diferente estar sola a sentirse sola....me siento sola"
"A veces eres como un fantasma, algo intangible, que no es real, que no está ahí, no existes, no estás..."
"No quiero extrañarte como te extraño, no como lo hago ahora."


Algo en sus letras me llegó muy dentro, o quizá era yo quien necesitaba hablar con alguien.

"¿Estás bien?"-comenté. Ella respondió de manera directa. "Sola, me siento sola. Dormía y desperté pensando en eso" Al leerla terminé de despertar. "Y tu pensamiento tiene tal fuerza que me despertaste, ¿qué es lo que pasa?"

Platicó sobre su sentir en ese momento, sobre una lluvia de emociones que se debatían dentro de ella pero que todas la llevaban al mismo sitio: a la soledad. Sin saber quien era me aventuré a decirle que sabía que tenía buenos amigos, personas que se preocupaban por su bienestar. Le aseguré que no estaba sola, aún sin saber nada de ella.

Tendido en la cama la luz del celular era lo único que evitaba la completa oscuridad. Conversamos cerca de una hora, me confesó sus miedos y aunque quería contarle los mios me limité a escucharla. Así transcurrió la madrugada, conversando con ella en completo silencio. Era como si la conociera de tiempo atrás. El encanto del momento terminó cuando se despidió de forma repentina.

"A dormir si no luego no despierto...es la parte fea de soñar, tener que despertar." No lo sé de cierto pero la sentí de mejor humor al despedirnos, en punto de las 4 de la mañana. Todavía me quedaba una hora y media para dormir.

Tenía mucho sin que alguien fuera mi último pensamiento antes de dormir y el primero al despertar. Estaba lejos de imaginar lo que se derivaría de ese encuentro.

A partir de esa noche la encontré con frecuencia durante el día, nos saludábamos con naturalidad, pero las conversaciones en las que nos descubríamos, en donde profundizábamos en quiénes eramos siempre tuvieron lugar en la madrugada, precisamente a la hora de los espíritus.


Por si no tienen nada mejor que hacer mientras llega la siguiente entrada:

El visitante
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'La conocí a la hora de los espíritus' (1 de 3) by José Francisco Dávila is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.
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Comments (6)

Prof. Miguel Juárez dijo...

Uff!!! que paquetote te aventaste!!! La segunda y tercera entrega, no pueden ser menos que esta!!!
Saludos Davila!!!

Yolanda Valenzuela dijo...

Continuarà???? pensarè que si. Besos.

Lilith Lalin dijo...

y la segunda parte pa cuándo?? =)

Gabby dijo...

Vine por curiosidad (justamente por un tweet) y ya ni me pude despegar de la lectura... Ahora me brinco a la 2a parte!
Saludos! :)

Unknown dijo...

Dificil saber que sentimiento se apodera de ti cada que piensas en ella; amor, obsesion, nostalgia..... La Dama me recordo esta rola: Cat Power - Woman Left Lonely

blueberry dijo...

Se llama la magia de twitter... "la magia del mundo virtual"

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