Este espacio está destinado para el relato que no conseguí escribir.



Es parecido al espacio que te reservé en mi vida para la relación que nunca tuvimos. Pero descuida, sólo es temporal. Conseguiré escribir y un mejor relato llenará el espacio vacío.
"No tienes que mentir. Dile que estás en una junta con una mujer de negocios." Dijo la prostituta.

No necesita paraguas quien habita en donde nunca deja de llover.


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Por si se la perdieron les dejo la liga a la primera parte

”…debí haber tenido cuidado con lo que deseaba, pues se volvería realidad.”

Nada fue igual desde que encontré a "laDama" en Twitter. Conforme la fui conociendo se apoderó de mi pensamiento, fue ganando terreno en cada una de mis actividades. Sí, me estaba obsesionando con ella.

Me descubrí con comportamientos febriles que no tenía desde la secundaria. Estaba al pendiente de su cuenta, de cualquier actualización que pudiera darme noticias de ella. Cuando lanzaba comentarios al ciberespacio para todos y para nadie, en mi delirio los hacía propios. Cuando coincidíamos no importaba cuanto tiempo pasáramos juntos, nunca era suficiente.

La noche nos brindó el tiempo y el espacio perfectos para nuestros encuentros. Se convirtió en nuestro refugio. Me acostumbré a la luz de la Luna y fui empujando mis límites poco a poco. Era natural el estar despierto a las tres de la mañana esperando encontrar su avatar. Iniciabamos con alguna ocurrencia que en muchas ocasiones marcaba la pauta de la conversación, ya fuera sobre su sentir en ese momento o sobre alguna reflexión de algo que hubiera ocurrido durante el día. Me fui haciendo a ella y ella se fue haciendo a mí. Nos convertimos en criaturas nocturnas y pese a mi ausencia de pensamiento en las actividades del día me descubrí volviendo por más noche tras noche, estaba fuera de mis manos.

Transcurrieron algunas semanas en las que fuimos adquiriendo confianza. Pasamos por distintas etapas, la curiosidad se convirtió en interés, en ese momento era imposible imaginar dónde terminaría.

Jorge, amigo de siempre, se mantuvo como mi enlace con la realidad. Solíamos comer juntos y se volvió casi una necesidad para ambos el escapar por una hora y media para desahogar las constantes presiones del trabajo o platicar de los asuntos personales. En esas fechas compartí con él lo que ocurría y el como “laDama” comenzaba a trascender en mi día a día, se convirtió en algo más que el encuentro casual.

Desde muy temprano tuve la inquietud de conocerla, no sé si fue por prudencia o cobardía pero no me había atrevido a hacérselo saber. De forma gradual las conversaciones fueron haciéndose más íntimas hasta que tuve la necesidad de decirle las cosas de frente.

“Quiero conocerte” ella tardó en responder.
“¿Y eso?”
“¿Por qué te sorprende?”
“Pues…no es que me sorprenda, pero no sé si sea buena idea”
ahora fui yo quien tardó en responder.
“¿Temes que se termine la magia?”
“…en parte”
“¿Y la otra parte?”
esperé algunos minutos sin respuesta, insistí. “Si se termina la magia sabremos que fue una ilusión, mejor que sea de una vez”
“Tengo que irme”
dijo evadiendo mi pregunta, miré el reloj, eran los primeros minutos de las cuatro de la mañana.
“Regálame unos minutos más”
“Que tengas una linda noche”


Agregué algo pero no recibí respuesta. Me sentí incómodo, aunque estaba en soledad sentí que había hecho el ridículo en público. Metí el orgullo bajo las sábanas para intentar dormir, igual que con la propuesta que hice esa noche, fracasé. Como de costumbre la encontré a la mañana siguiente. Evitamos comentar lo sucedido horas atrás. Me hizo sentir incómodo aunque fue un sentimiento pasajero, atenta y cariñosa terminó por amansarme. Transcurrieron los días entre mis actividades diarias y las conversaciones cotidianas con “laDama”, sin embargo mi propuesta y el silencio en torno a ella se transformaron en un lastre que de forma gradual se hizo más difícil cargar.

La falta de sueño volvió caprichoso a mi cuerpo, había noches en las que me encontraba repuesto y con gran vitalidad mientras que otras estaba agotado de sobre manera. Fue en una de estas últimas que, pensando en descansar un poco, fui a mi habitación a recostarme una hora antes de nuestro encuentro. Para evitar cualquier contratiempo programé el despertador minutos antes de la hora esperada, apagué las luces y me dispuse a descansar. Tenía tiempo que no me regalaba algunos minutos sin Internet o televisión. El silencio me sirvió para reflexionar sobre mi situación actual, pero ese silencio que en un principio me cobijó se tornaría en algo inquietante y perturbador.

Por unos minutos diversos temas ocuparon mi mente, poco después tuve problemas para concentrarme y comencé a divagar. Miré hacia la estancia. El departamento, ubicado en el tercer piso, está dispuesto de tal forma que desde mi habitación puedo ver el pasillo que da a las habitaciones y el baño, se aprecia también parte de la estancia y la puerta que da al balcón. Esa noche la débil luz de Luna sugería siluetas al interior. Tuve una sensación muy extraña, no fueron en concreto los ojos ni los oídos pero mis sentidos reaccionaron, tuve una poderosa sensación de que alguien más estaba allá afuera.

Mis ojos se abrieron como platos y estaba alerta a cualquier sonido. No detecté nada pero me pareció escuchar risas de niñas afuera del departamento. Aunque no podía verlas las busqué basándome en los susurros que escuchaba, sabía que estaban detrás de la puerta de cristal del balcón, tuve muy claro que estaban allí. Fue una sensación terrible el saberlas afuera, escuchaba sus risas y a pesar de saberlas infantes me sentí acechado. De un momento a otro y sin verlas supe que habían entrado, ¡se encontraban en la estancia!

Escuché las risas acercarse y por instinto intenté incorporarme, sentí morir cuando mi cuerpo no obedeció. Solo conseguí levantar ligeramente el cuello y mirar hacia afuera, como si supieran lo que sucedía conmigo su risa se tornó burlona. Con la mirada las busqué en el pasillo sin éxito, por el sonido supe que estaban enfrente. Mi mente comenzó a jugarme trucos, de algún modo presentí a las niñas, tendrían no más de 9 años, usaban un vestido que no correspondía a la época, parecían de alguna película de mediados del siglo XX. Supe que entraron a la habitación, al no poder levantarme intenté gritar y entré en pánico al descubrir que no salía sonido alguno de mi boca. Lo intenté una y otra vez, sentí el esfuerzo desde el estómago y las venas tensarse en el cuello. Solo mis ojos parecían responder.

La risa de las niñas se tornó histérica, ¡habían entrado a la habitación! La puerta a escasos tres metros de mí. Niñas que no podía ver, el cuerpo sin responder y gritos que no emitían sonido alguno, parecía no existir el orden natural. El sudor corría por mi frente y nuca, me retorcí como poseso intentando liberar el cuerpo o la voz mientras ellas se acercaban. De algún modo conseguí girar poco a poco sobre la cama hasta quedar atravesándola a lo ancho, al no poder levantarme o gritar pensé en golpear el piso. Haciendo mi mayor esfuerzo giré de tal suerte que mis pies alcanzaron el suelo. Supe que estaban bajo el marco de la puerta. Enfoqué toda mi energía en alzar un poco la pierna y patear la duela. Sentí desfallecer cuando con el golpe no llegó sonido alguno. Dejé caer los pies una y otra vez mientras que una de las niñas subía al colchón, la otra rodeó la cama hasta llegar a mi lado a la altura de la cabeza. Me agité, grité y pateé con todo lo que tenía, sentí dolencias en distintas partes del cuerpo por el esfuerzo. La niña sobre la cama gateó hasta ponerse sobre mí. La otra comenzó a jugar con sus dedos en mi cabello. El terror era indescriptible, intenté gritar una vez más poniendo el estómago y los pulmones, dejando todo mi ser en el esfuerzo.

Me levanté de forma violenta balbuceando lo que pretendía ser un grito. Las 3:06 en la madrugada. En la pantalla un “¿estás?” de “laDama”. Estaba bañado en sudor, el corazón acelerado de tal forma que parecía saltaría de mi pecho. Me tomó un minuto reponerme. El silencio incomodaba mis oídos. La saludé, dejé el teléfono sobre la cama y fui al baño para refrescarme. Regresé a la cama y evité cualquier comentario sobre la pesadilla, conversamos como de costumbre. Me tomó algún tiempo el dejar atrás esa mala experiencia, las siguientes noches me encontraba volteando de manera recurrente al pasillo temiendo que pudiera escuchar su risa. Las conversaciones con "laDama" sirvieron en buena parte para dejar esa noche atrás, de nuevo ocupaba mi pensamiento.

Días después busqué otra alternativa para propiciar el encuentro, decidí pedirle su teléfono. Para esto consideré que sería mejor esperar a nuestro encuentro habitual a las tres de la mañana. Se conectó puntual como de costumbre, saludé y platicamos de nuestro día entre pensamientos al aire que lanzábamos al ciberespacio. Conversamos sobre el tiempo, ese elemento que parecía volverse agua entre mis dedos si junto a ella pasaba. Al darme cuenta de la hora eran poco más de las 3:30, no estaba dispuesto a que a las 4 me evadiera de nuevo, así que conforme lo planeado le pedí su número. Reaccionó de forma similar a cuando la invité por primera vez, pero esta vez para ella la negativa resultaba más difícil pues escuchar su voz no llevaba el compromiso o el riesgo de un encuentro en persona, además de ser el paso lógico a seguir. Aún así ofreció cierta resistencia a la nueva propuesta.

“¿Te vas a desconectar otra vez?” advertí.
“Todavía no dan las 4”
“Entonces… ¿que dices?”
de nueva cuenta dejó que transcurrieran los minutos antes de responder.
“No sé si sea buena idea”
“Dame una idea mejor, me parece que quieres quedarte en el terreno de lo virtual”
“¿Que tiene de malo lo virtual?”
respondió retadora y dejando clara su postura.“Nada, si lo que quieres es que sea otro de tus contactos, ¿es así?”

El viento golpeó mi ventana, escuché las copas de los árboles agitarse de manera repentina, las hojas secas siendo arrastradas sobre el asfalto. Percibí el vaivén violento de las ramas y ventanas azotarse a lo lejos. Inquieto volteé al interior del departamento, como era de esperarse la oscuridad solo me permitió intuir el pasillo y la estancia. La luz del teléfono móvil me sacó de ese trance. Intenté empujarla, facilitar su decisión, por supuesto cuidando que fuera afirmativa.

“No, no es así, ya deberías saber que no eres otro de mis contactos”
“Mira, no pasa nada, me das tu número, conversamos y si algo no te gusta regresamos a nuestra perfecta y funcional relación de 3 a 4 de la mañana”
no conocía su rostro, pero la imaginé sonreír.
“Hay muchas cosas que no sabes de mi” respondió después de unos segundos.
“¿Y que crees que pretendo con esto? Además también hay muchas que tú no conoces de mi” agregué, difícil refutar argumentos tan precisos.
“….mmm, ok, pero con una condición”
“¿Y qué condición es esa?”
pregunté curioso.
“Yo te llamo”
“Ok, me parece justo”


Le di mi número telefónico. El viento se calmó, a pesar de que faltaban un par de horas para que amaneciera dormí como hace mucho no lo hacía. Era el primer paso, en ese entonces no tenía como saberlo pero debí haber tenido cuidado con lo que deseaba, pues se volvería realidad.

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Después de noches sin dormir conseguí inventar al personaje más perturbador que jamás haya existido para el concurso de microcuentos en Twitter. Sin embargo su solo nombre contenía más de 140 caracteres. Jamás verá la luz.

En corto:

Creando un hábito
21 recortes


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